Antes de que el cerebro se deteriore, el intestino envía una primera señal: la microbiota proporciona información valiosa sobre la progresión de la esclerosis múltiple (EM)
El intestino podría ser un sistema de alerta temprana para la esclerosis múltiple. Un nuevo estudio revela que la desaparición de microbios y metabolitos específicos se produce años antes de que se acelere la neurodegeneración, ofreciendo un valioso indicador metabólico para los médicos.
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Acerca de este artículo
Desde hace décadas, la esclerosis múltiple (EM) se considera una enfermedad del sistema inmunitario y del sistema nervioso, una batalla perpetua que implica inflamación y neurodegeneración. Sin embargo, en los últimos años se han acumulado datos que muestran que la microbiota intestinal podría ser un tercer protagonista silencioso al influir en la respuesta de los pacientes al tratamiento, en algunos síntomas como la fatiga y, en última instancia, en la evolución de la enfermedad. Aun así, falta responder a una pregunta fundamental: ¿es capaz la microbiota intestinal de predecir realmente qué pacientes empeorarán?
Un nuevo estudio longitudinal de Laura Cox y Howard Weiner, de la Facultad de Medicina de Harvard, publicado en la revista Cell Reports Medicine 1, nos acerca a la respuesta a esta pregunta. Utilizando la cohorte del estudio CLIMB (Estudio Longitudinal Integral de la Esclerosis Múltiple), el equipo de investigadores realizó un seguimiento de 192 pacientes con EM durante dos años, combinando metabolómica fecal y sérica con resonancia magnética, pruebas cognitivas y evaluaciones de la calidad de vida, con el objetivo de encontrar las huellas microbianas y metabólicas que aparecen justo antes de que la EM evolucione de la forma recidivante a la forma progresiva.
Eje intestino-cerebro: ¿cómo se comunica la microbiota con el cerebro?
Desaparición de microbios de estabilidad
En los pacientes cuya discapacidad empeoró, varios microbios beneficiosos se habían esfumado discretamente. Se observó una reducción notable de la abundancia de Eubacterium hallii, Butyricicoccus y Blautia, todos ellos productores importantes de metabolitos antiinflamatorios. Por el contrario, se observó la proliferación de Alistipes onderdonkii y Bacteroides vulgatus, en correlación con un mayor deterioro cognitivo y la detección de una atrofia cerebral más avanzada en la resonancia magnética. Aunque se sabe que estos microbios beneficiosos producen (sidenote: Ácidos Grasos de Cadena Corta (AGCC) Los Ácidos Grasos de Cadena Corta (AGCC) son una fuente de energía (carburante) de las células de la persona que interactúan con el sistema inmunitario y están implicadas en la comunicación entre el intestino y el cerebro. Silva YP, Bernardi A, Frozza RL. The Role of Short-Chain Fatty Acids From Gut Microbiota in Gut-Brain Communication. Front Endocrinol (Lausanne). 2020;11:25. ) como el butirato, el estudio no reveló variación alguna de las concentraciones de AGCC. Esto implica que la función de estos microorganismos va mucho más allá de la simple fermentación de la fibra. De hecho, estas especies podrían modelar la transducción de señales inmunitarias y neurales mediante la conversión de ácidos biliares, la modulación de lípidos y la biosíntesis de vitaminas, un mecanismo de mayor alcance y más complejo de lo que se creía hasta ahora.
Una huella metabólica de la progresión de la EM
Los pacientes cuya enfermedad evolucionó a EM progresiva mostraron un panorama químico intestinal profundamente alterado. Los metabolitos fecales con potencial neuroprotector, como el nicotinato (vitamina B3), la piridoxamina (vitamina B6) y la protoporfirina IX, disminuyeron drásticamente, mientras que aumentaron las concentraciones sanguíneas de palmitoleato y sulfato de p-cresol, dos compuestos asociados a la neuroinflamación y la mielinotoxicidad. Se observó incluso el agotamiento de ciertos ácidos biliares secundarios como el ursodesoxicolato, conocido por aliviar los procesos neuroinflamatorios.
El panorama resultante se caracteriza por el silencio metabólico. En esencia, los microbios capaces de producir compuestos protectores, sobre todo Akkermansia y Eubacterium hallii, tienden a desaparecer a medida que se acelera el proceso de neurodegeneración. Como consecuencia, el intestino ya no es capaz de enviar señales químicas restauradoras al cerebro.
Aplicaciones clínicas
Imaginemos que se añade un test de la microbiota a los análisis anuales de los pacientes con EM remitente-recidivante, con el fin de realizar un seguimiento de la abundancia de especies protectoras o la pérdida de especies productoras de ácidos biliares como señal de alerta temprana de que la enfermedad está evolucionando. Este tipo de «monitorización de la microbiota intestinal» podría, algún día, servir de guía para determinar la intensidad del tratamiento, planificar la rehabilitación o realizar intervenciones nutricionales. Las implicaciones terapéuticas son igualmente contundentes. Si determinados metabolitos microbianos, como la vitamina B3, derivados de la vitamina B6 o ácidos biliares secundarios, actuaran como sustancias neuroprotectoras, quizás se podría restaurar la comunicación metabólica mediante la administración de suplementos dietéticos o probióticos de última generación. El objetivo no sería reemplazar la inmunoterapia, sino añadir
(sidenote:
Neuroprotección
Preservación de la estructura y función de las neuronas frente a la degeneración o a lesiones. En el contexto de la EM, las estrategias neuroprotectoras tienen como objetivo prevenir la pérdida de axones y mielina. El estudio indica que ciertos metabolitos microbianos, como la vitamina B3, derivados de la vitamina B6 y ácidos biliares, pueden ejercer efectos neuroprotectores, lo que coloca al intestino en la posición de posible diana terapéutica para frenar la progresión de la enfermedad.
)
dirigido al intestino, ayudando a los pacientes a conservar su autonomía funcional durante más tiempo.
En los próximos años, a medida que baje el coste de los tests de la microbiota y mejore su estandarización, resulta fácil imaginar una medicina del futuro en la que neurólogos, nutricionistas y especialistas de la microbiota trabajan codo con codo y metabolito intestinal por metabolito intestinal, utilizando datos microbianos para mantener a raya la EM.