Las bacterias intestinales, trampas para PFAS
Algunas bacterias de la microbiota intestinal bioacumulan las PFAS. Concentran estos contaminantes a nivel intracelular, hasta 50 veces más que en su entorno. Un mecanismo inesperado que podría participar en su eliminación a través de las heces.
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Acerca de este artículo
Las PFAS1 o «contaminantes eternos» han invadido nuestra vida cotidiana: espumas ignífugas de nuestros sofás, prendas de vestir impermeables, sartenes antiadherentes, etc. Ahora bien, ya se han documentado interacciones entre ciertas PFAS que se acumulan en el entorno y las bacterias: algunas cepas de Pseudomonas, aisladas de lugares contaminados por las PFAS, bioacumulan una PFAS que contiene azufre; los lactobacilos se «biounen» a otra PFAS. ¿Qué ocurre con la microbiota intestinal, interfaz clave entre la exposición a estas sustancias a través de la alimentación y nuestro cuerpo? Una pregunta a la que responden los trabajos publicados en 2025 en Nature Microbiology.
Una bioacumulación fuerte y rápida
Analizando 89 cepas microbianas, los investigadores han constatado que la capacidad de bioacumulación de las PFAS varía considerablemente de una bacteria a otra: 38 cepas, entre ellas bacterias del filo Bacteroidota, se muestran especialmente bioacumuladoras. Incluso a concentraciones bajas de PFAS. El proceso es muy rápido (bastan unos minutos), definitivo (no se liberan) y muy eficaz: la concentración intracelular de PFAS de las bacterias es del orden de 50 veces superior a la del medio, llega a concentraciones milimolares. Cuanto más larga es la molécula de PFAS, más la bioacumula la bacteria.
4,700 Las sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas (PFAS) reúnen más de 4 700 compuestos.
50 000 a 80 000 millones de € El coste anual para la salud de la exposición a las PFAS se estima entre 50 000 y 80 000 millones de euros en Europa.
Poco impacto sobre el funcionamiento de las bacterias
De manera sorprendente, las PFAS bioacumuladas tienen poco impacto sobre la vida de las bacterias: sus propiedades fisicoquímicas las conducen a agregarse en amasijos intracelulares densos, lo cual limita su toxicidad celular y sus efectos. Las bacterias incluso parecen adaptarse a lo largo de las generaciones: la generación número 100 de B. uniformis y E. coli ΔtolC crece más deprisa que sus antepasadas en presencia de PFAS, a la vez que conservan sus capacidades de bioacumulación.
Aunque no pone en peligro la viabilidad de las bacterias, sin embargo la bioacumulación da lugar a algunas modificaciones, en especial en las bacterias más acumuladoras: se observan cambios en las proteínas de la membrana (sobre todo, las bombas de eflujo encargadas de excretar las toxinas) y en la secreción de aminoácidos implicados en el eje intestino-cerebro o la respuesta al estrés.
¿Sabías que?
La semivida de las PFAS de cadena larga —es decir, el tiempo necesario para que la mitad de una sustancia se degrade o se elimine— podría ir de 10 a 100 años, lo cual ilustra su extrema persistencia en el entorno. En un organismo vivo, la semivida varía de unas horas a unos años, según la molécula.2
PFAS excretadas por las hece
Por último, la presencia de bacterias bioacumuladoras en el intestino aumenta la eliminación de las PFAS: las heces de ratones con una microbiota humana son mucho más ricas en PFAS que las de ratones sin microbiota. Y la excreción de PFAS es tanto más eficaz cuanto que las bacterias de la flora intestinal son fuertemente bioacumuladoras. Sin embargo, en este estadio, los autores no quieren sacar ninguna conclusión en cuanto a un eventual beneficio para la salud.