Pérdida del olfato (o anosmia) o pérdida del gusto (ageusia): la COVID-19 altera los sentidos. Cerca de un paciente sintomático de cada dos presentaría estos trastornos1, con grandes variaciones según el origen étnico, ya que las poblaciones de origen europeo se ven tres veces más afectadas por los trastornos sensoriales que las de Asia3. En los pacientes afectados, las alteraciones sensoriales son graves. Según un sondeo multilingüe realizado con 4039 pacientes de COVID-19 en todo el mundo, estos últimos declararon que habían perdido una media del 80% del olfato y el 70% del gusto3.
Entrenarse diariamente para recuperar el olfato
Sin embargo, la anosmia por desgracia no se reduce solo a los casos, a menudo transitorios, relacionados con la COVID-19. Los traumatismos craneanos, las inflamaciones nasales, las alergias y también la edad avanzada pueden conducir a una pérdida del olfato. ¿La causa? Un deterioro de las células sensoriales que tapizan las cavidades nasales y se encargan de detectar los olores. Para intentar contrarrestar la anosmia, un equipo de investigadores austriacos entrena a sus pacientes en la práctica del olfato, pero también en la visualización de diferentes olores (limón, rosa...) dos veces al día. Los resultados son positivos: los pacientes recuperan el olfato después de 6 meses de entrenamiento. Además, la resonancia magnética revela una recuperación parcial de las zonas cerebrales dedicadas a los olores.
Análisis en profundidad de la microbiota nasal
Además de esta rehabilitación, los científicos intentaron determinar la influencia de los microorganismos vivos en las fosas nasales. ¡Y los investigadores sí que tenían un olfato fino! Observaron una diversidad superior de las bacterias que vivían en la nariz de los pacientes cuyo olfato era menos eficaz de lo normal. Entre ellas, incluso se sospecha que una bacteria puede alterar el rendimiento olfativo. Animado por estos resultados, el equipo examina con lupa si la rehabilitación de los pacientes también modifica el equilibrio de la microbiota nasal. Todavía no se conocen los resultados, pero suscitan grandes esperanzas, las de encontrar microorganismos clave capaces de restablecer el olfato e incluso orientar hacia el tratamiento más adecuado para acabar con la anosmia.