Enfermedad de parkinson

La enfermedad de Parkinson es la segunda enfermedad neurodegenerativa más frecuente en Francia. Destruye progresivamente las neuronas cerebrales que producen dopamina. Se ha podido demostrar su relación con una perturbación de la microbiota intestinal.

Fecha de publicación 15 Octubre 2020
Fecha de actualización 28 Octubre 2021

Acerca de este artículo

Fecha de publicación 15 Octubre 2020
Fecha de actualización 28 Octubre 2021

La enfermedad de Parkinson afecta al 1 % de los mayores de 65 años, lo que supone un total de 100.000 personas en Francia. La sustancia negra del cerebro, zona de control del movimiento, pierde sus neuronas productoras de dopamina. Esto es lo que provoca los trastornos motores progresivos: lentitud en los movimientos, rigidez muscular y temblores. Asimismo, todos los enfermos de Parkinson sufren otros problemas no motores, tales como trastornos del sueño, episodios depresivos y serios problemas gastrointestinales (estreñimiento, hinchazón, dolores abdominales, náuseas).

La edad como causa

El principal factor de riesgo sigue siendo la edad. Aunque se hayan demostrado predisposiciones genéticas, ninguna de ellas alcanza para explicar la enfermedad. El medioambiente también es una causa, con una demostrada acción de los pesticidas.

Comunicación intestino-cerebro

La microbiota participa en la comunicación entre el intestino y el cerebro. Algunos investigadores han planteado la hipótesis de que una infección crónica del intestino por la bacteria Helicobacter pylori sería la causa de la enfermedad de Parkinson. No obstante, aún no se ha determinado si esta infección es la que provoca la enfermedad o si, a la inversa, es la enfermedad la que favorece la infección.
Se ha evidenciado una disbiosis, es decir un defecto en la composición de la microbiota, en pacientes con la enfermedad de Parkinson, presentando menos bacterias “antiinflamatorias” y más bacterias “proinflamatorias” que las personas sanas.

Controlar el avance y hacer un seguimiento

El tratamiento apunta a limitar los síntomas motores de la enfermedad (temblores, rigidez, etc.) mediante el uso de precursores de la dopamina. Estos tratamientos no pueden detener el avance de la enfermedad y vuelven a aparecer complicaciones luego de 5 a 10 años de tratamiento. El desafío actual es detectar la enfermedad lo antes posible y ralentizar la degeneración de las neuronas. Actuar sobre la microbiota es una opción estudiada.