¿Cuál es la relación entre la microbiota intestinal y las enfermedades metabólicas?

Cada día se producen en nuestros cuerpos cascadas de reacciones químicas que mantienen nuestro organismo con vida: el metabolismo. La obesidad, la diabetes y las enfermedades cardiovasculares causan estragos en todo el planeta debido al desequilibrio del metabolismo causado por el estilo de vida actual (consumo excesivo de sal, azúcar y grasa, sedentarismo, etc.). Aunque se desconocía su implicación hasta hace apenas una década, el papel de las bacterias de nuestra flora intestinal resulta crucial en estas enfermedades del mundo moderno.

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La microbiota intestinal La alimentación El síndrome metabólico
What are the links between intestinal microbiota and metabolic diseases?

Al igual que nuestras células necesitan buenos combustibles para cumplir sus distintas misiones, ocurre lo mismo con nuestras bacterias intestinales: sus funciones múltiples y fundamentales en la gran sinfonía metabólica se han descubierto recientemente. Pero, ¡cuidado con las consecuencias si esta gran sinfonía se convierte en cacofonía!

Nuestros intestinos albergan un conjunto común de bacterias repartidas principalmente entre dos grandes grupos: Bacteroidetes y Firmicutes. En los sujetos que gozan de buena salud, las primeras son más abundantes que las segundas. Por el contrario, en las personas obesas, el equilibrio tiende a decantarse del lado de las Firmicutes. Ahora bien, estas especies de bacterias, alimentadas por lo que ingerimos —especialmente los azúcares lentos—obtendrían más calorías que las Bacteroidetes, causando sobrepeso.

Un círculo vicioso inflamatorio

En consecuencia, se produce toda una cascada de reacciones perjudiciales del organismo activada por una alimentación demasiado rica en grasas que desequilibra la microbiota intestinal. La función de “barrera” de los intestinos pierde eficacia; estos últimos se vuelven menos resistentes y permiten el paso de moléculas derivadas de las bacterias, lo que provoca una repuesta anormalmente persistente y silenciosa del sistema inmunitario. El páncreas, afectado por esta inflamación crónica, produce menos insulina, que a su vez las células aprovechan menos —lo que se conoce como insulinorresistencia, que es característica de la diabetes de tipo 2—. El almacenamiento de grasas en los tejidos y su transporte en la sangre también se ven alterados. Además de estar saturados por la grasa, los vasos sanguíneos pierden su capacidad de dilatación. Están reunidos todos los ingredientes de un cóctel explosivo cardiovascular compuesto de grasa

BREVE DESCRIPCIÓN DE LAS ENFERMEDADES METABÓLICAS

  • Estas enfermedades alteran el metabolismo, es decir, las reacciones bioquímicas mediante las cuales las células se alimentan y producen energía y el organismo elimina los desechos.
     
  • Pueden aparecer desde el nacimiento o desarrollarse a una edad más avanzada debido a ciertos factores (mala alimentación, etc.).
     
  • Las más conocidas son la obesidad, la diabetes y la hipertensión arterial.

Bacterias protectoras de nuestro metabolismo

Por el contrario, en el caso de una alimentación beneficiosa para nuestra flora intestinal como la dieta mediterránea (alimentación rica en frutas, verduras y aceite de oliva y pobre en carne), se pone en marcha un círculo virtuoso: nuestras bacterias producen ácidos grasos de cadena corta (AGCC), que no solo constituyen una fuente de energía para nuestras células. Estos AGCC intervienen en la regulación del apetito, del tránsito intestinal y de la formación de grasas. Pueden actuar en la producción de insulina y en la tensión arterial. Algunos como el butirato, protegen nuestras células intestinales de la inflamación y les ayudan a luchar contra los microbios agresivos. Tendrían incluso propiedades anticancerosas. Además, las bacterias producen vitaminas (K, H y B) y nos ayudan a absorber el calcio,el magnesio, la vitamina D y el hierro. Algunos investigadores no dudan en afirmar que la microbiota intestinal es un órgano de pleno derecho.

LA MICROBIOTA INTESTINAL EN CIFRAS¹:

70 % de la microbiota total Peso medio de 1,5 kg

100 trilliones de microorganismos (bacterias, hongos, virus, parásitos)

De 500 a 1 000 especies

Entre 250 y 800 800 veces más genes que en el ADN humano

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Océano de plástico: las bacterias marinas amenazadas

Un estudio australiano describe cómo los residuos líquidos de desechos plásticos pueden asfixiar los mares y la atmósfera alterando la producción de oxígeno por parte de algunas bacterias que habitan los océanos.

La alimentación
Actu GP : Océan de plastique : menace sur les bactéries marines

 

Los estragos medioambientales causados por los desechos plásticos que contaminan nuestros mares, tanto en la superficie como en los fondos, no cesan de acumularse a medida que avanza la investigación sobre este “séptimo continente”. Un equipo australiano añade un elemento más a esta triste lista: los lixiviados plásticos –contaminantes líquidos producidos por desechos plásticos bajo los efectos del agua de lluvia, entre otros factores– arrastran disolventes, metales, colorantes, filtros UV u otros agentes ignífugos hasta los océanos.

Un cóctel de bacterias y plásticos

Para medir el impacto que tienen estos “jugos de basura” en los organismos acuáticos, los investigadores recurrieron a los segundos pulmones de nuestro planeta, Prochlorococcus, las bacterias más abundantes del mundo oceánico y que desempeñan una función fundamental, a saber, producir una gran parte del oxígeno que respiramos. Los científicos cultivaron Prochlorococcus en un medio acuático durante 72 horas en presencia de dos tipos comunes de plásticos: HDPE (polietileno de alta densidad) presente en las bolsas de la compra y PVC (policloruro de vinilo), ampliamente utilizado en los embalajes y en la construcción.

El PVC, más perjudicial que el HDPE

Resultado: los lixiviados plásticos no solo reducen el crecimiento de las bacterias sino también su capacidad para producir oxígeno a partir del agua y de la luz (fotosíntesis) en apenas 24 horas. El PVC es el más nocivo ya que sus efectos dañinos se producen con dosis mucho más bajas que con el HDPE. Esto podría deberse a la cantidad –aproximadamente el doble– de sustancias liberadas por el PVC (más de 10 000, frente a 6 000 para el HDPE), entre ellas metales como el zinc, empleado para mejorar la resistencia del PVC al fuego, y otros componentes “orgánicos” (hechos de carbono) perjudiciales para Prochlorococcus. Serán necesarios estudios adicionales para identificar los daños y estragos producidos por esta cubierta plástica líquida y asfixiante que no para de crecer: se espera que la masa de nuestros desechos plásticos se multiplique por diez en los próximos diez años.

 

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Bibliografia :

Tetu SG, Sarker I, Schrameyer V et al. Plastic leachates impair growth and oxygen production in Prochlorococcus, the ocean’s most abundant photosynthetic bacteria. Commun Biol. 2019 May 14;2:184.

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Palabra de experto : Dr Julie Lemale

La doctora Julie Lemale es gastropediatra en el hospital Armand Trousseau de París (AP-HP) y miembro del consejo de administración del Grupo Francófono de Hepatología-Gastroenterología y Nutrición Pediátricas (GFHGNP). Explica la importancia de tener en cuenta la microbiota digestiva y preservarla en niños con diarrea.

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Modulación de la microbiota intestinal: ¿prevención y tratamiento a la vez?

Sí, es muy posible. Más allá de las medidas higiénico-dietéticas clásicas y sobre todo, de la rehidratación, dos probióticos (la levadura Saccharomyces boulardii y la bacteria Lactobacillus rhamnosus GG (LGG)) parecen capaces de prevenir la diarrea asociada a antibióticos en pacientes de alto riesgo (lactantes, niños con otras enfermedades…). Por ello los recomiendan los expertos del Comité Europeo de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátricas (ESPGHAN). Además, podrían también prevenir la diarrea nosocomial en niños hospitalizados o que viven en colectividad:según algunos datos esperanzadores pendientes de confirmar, el riesgo se reduciría hasta un 15% en algunos estudios. En el contexto de una gastroenteritis, como tratamiento complementario, S. boulardii reduciría un día la duración de la diarrea y disminuiría el riesgo de que persista más de 4 días; se consiguen los mismos efectos con determinadas concentraciones de Lactobacillus rhamnosus GG (LGG). En cuanto al trasplante de microbiota fecal, sólo está indicado en casos de infección resistente o recurrente por Clostridium difficile, lo cual ocurre muy raramente en niños.

¿Quedará alterada de forma permanente la microbiota de un niño tratado con antibióticos?

Es difícil de decir por ahora, ya que no existe ningún dato científico demostrable que permita afirmarlo. Sin embargo, la pregunta merece ser valorada. Tras un tratamiento antibiótico,la microbiota intestinal permanece alterada durante dos o tres meses. Después, se produce un proceso de normalización que tiende a restablecer la situación anterior, aunque la microbiota restaurada no resulte una copia exacta de la original. Como la toma repetida y/o prolongada de estas moléculas en niños pequeños compromete la organización de los microorganismos intestinales y del sistema inmunitario, esto podría tener consecuencias permanentes sobre la flora intestinal y, por tanto, sobre el riesgo de padecer ciertas enfermedades posteriormente a lo largo de su vida.

¿Cuáles son las perspectivas en materia de prevención y tratamiento?

La vacunación oral, sin ninguna duda. Ésta ha permitido reducir considerablemente el número y la gravedad de casos de diarrea por rotavirus. En este contexto, una de las perspectivas es hacer extensiva la primera dosis de esta vacuna a todos los bebés menores de 6 semanas. Después de esta edad, parece ser menos eficaz. Los investigadores trabajan también en desarrollar vacunas y cepas probióticas más eficaces: según algunos datos científicos, la respuesta inmunitaria de nuestro organismo dependería, entre otros factores, de nuestro “perfil bacteriano”. Nuestra microbiota intestinal, modulada y/o estimulada por probióticos, podría mejorar la respuesta a la vacuna contra el rotavirus.

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Cuando las bacterias y los parásitos atacan la microbiota intestinal

Los virus no son los únicos responsables de las diarreas y existen otros enteropatógenos (microorganismos que infectan el tubo digestivo). Bacterias como salmonellas y Escherichia coli, o microorganismos unicelulares (protozoos) como Giardia lamblia, consiguen colonizar el tubo digestivo, alterar la microbiota intestinal y generar consecuencias a corto y largo plazo13. Algunos medicamentos podrían ser también responsables. Es el caso de antibióticos que perturban la microbiota alterando su funcionamiento y favoreciendo la colonización por microorganismos patógenos, siendo el más frecuente Clostridium difficile.

 

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¿Por qué ciertas personas son particularmente sensibles mientras que otras son más resistentes? “Es una cuestión de microbiota”, responden los investigadores, cuyos trabajos resaltan la importancia de las interacciones entre patógenos invasores y microorganismos que habitan nuestro intestino.

Una verdadera carrera de obstáculos

Con el objetivo de comprender el proceso infeccioso de las bacterias enteropatógenas, los investigadores examinaron los mecanismos que emplea el organismo para resistir a la colonización del tubo digestivo por Salmonella typhimurium14, una bacteria que causa intoxicaciones alimentarias y diarreas a veces severas, aunque de corta duración. El primer mecanismo de resistencia tiene lugar en el estómago, donde la acidez destruye entre el 95% y el 99% de las bacterias ingeridas. No todas las que llegan al intestino grueso consiguen el éxito: sólo pueden crecer si el nivel de resistencia a la colonización se lo permite. Sin embargo, esto último depende de la composición de la microbiota intestinal de cada uno, la cual dispone de diversos medios para impedir esta colonización: secreción de compuestos capaces de bloquear el crecimiento y la virulencia del invasor, competencia por los sitios de unión, creación de un entorno pobre en oxígeno y desfavorable para su crecimiento, etc.

Un formidable combate

Nuestras defensas no han dicho su última palabra: la cantidad de bacterias debe ser suficiente para desencadenar la diarrea, que puede aparecer entre las 12 y las 36 horas (incluso 72 horas dependiendo de la cantidad de bacterias ingeridas) tras atravesar la barrera Cuando las bacterias y los parásitos atacan la microbiota intestinal intestinal. Según modelos animales, S. typhimurium consigue atravesarla mediante la secreción de sustancias tóxicas que le permiten alcanzar la mucosa y la submucosa. El organismo reacciona mediante la expulsión de las células intestinales infectadas –lo que reduce a la centésima parte el número de bacterias patógenas en los tejidos– y desencadena una respuesta inflamatoria masiva que afecta al enemigo a través de dos mecanismos: la reducción de la carga bacteriana en el organismo y la función de carburante para las bacterias restantes.

Consecuencias a largo plazo

Otro enemigo es Giardia lamblia, un protozoo que infecta al hombre a través del consumo de agua o alimentos contaminados. Si la frecuencia de infecciones por Giardia no sobrepasa el 7% de la población en países desarrollados, puede alcanzar el 30% en los países en desarrollo. Generalmente, la infección se cura al cabo de algunas semanas, pero a veces, puede durar varios meses y convertirse en crónica. Por ahora no existe ninguna vacuna y los tratamientos tienen una eficacia variable. La giardiasis, a menudo asintomática, puede provocar diarrea, calambres y náuseas, pero la gravedad de la enfermedad radica sobre todo en sus consecuencias a largo plazo cuando afecta a los lactantes. A los dos años de edad, éstos muestran un importante retraso en el crecimiento; y algunas personas pueden desarrollar síndromes postinfecciosos varios años después de la eliminación del parásito, tales como el síndrome del intestino irritable o el síndrome de fatiga crónica. De acuerdo con diversos trabajos, Giardia lamblia actuaría disminuyendo la respuesta inmunitaria y provocando una disbiosis.

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¿Cuál es papel de la microbiota en todo esto?

Formada por una mezcla de microorganismos (bacterias, virus, hongos…), la microbiota intestinal constituye un ambiente complejo con el que interactúan los virus responsables de la gastroenteritis. Como cada individuo posee su propio ecosistema microbiano, estas interacciones varían de una persona a otra, al igual que la naturaleza y severidad de los síntomas. 11.

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La microbiota intestinal Gastroenteritis infecciosa

Sea cual sea el virus involucrado, la gastroenteritis viral provoca una disminución de la diversidad de especies que componen la microbiota intestinal y afecta a la abundancia de tres especies12: Prevotella, Staphylococcus y Atopobium. El desequilibrio resultante (llamado “disbiosis intestinal”) es responsable de algunos síntomas que se observan en pacientes infectados. Es el caso de las diarreas copiosas características de la gastroenteritis por rotavirus y resultantes de la desorganización de los microorganismos de la microbiota, que ocasiona una destrucción de la barrera microbiana.

Microbiota intestinal, aliada y enemiga

Sin embargo, la disbiosis no puede explicarlo todo: el norovirus, por ejemplo, puede combinarse también con bacterias llamadas “comensales” (beneficiosas y presentes de forma natural en la microbiota) o actuar conjuntamente con bacterias “malas” (patógenas) y desencadenar un proceso inflamatorio. El organismo responde produciendo antivirales naturales, particularmente interferones. Pero bajo el efecto de un estímulo fuerte, estas sustancias se vuelven contra el organismo y lo atacan, provocando graves lesiones intestinales. Los mecanismos que sustentan las interacciones entre estos factores son todavía poco conocidos y son objeto de numerosos trabajos de investigación. A pesar de ello, la relación entre el norovirus y la microbiota intestinal puede resultar beneficiosa: investigaciones llevadas a cabo en ratones muestran que la disbiosis intestinal provocada por la toma de antibióticos previene o modera la infección por norovirus.

Cuando la genética se entromete

Estos hallazgos ofrecen una visión de las complejas relaciones existentes entre los virus procedentes del medio ambiente y los microorganismos que habitan nuestro intestino. De hecho, estas relaciones dependerían también de un tercer factor: nuestros genes. Según investigaciones conducidas en roedores, no somos iguales frente a las infecciones por norovirus: existe una susceptibilidad individual que depende a la vez del patrimonio genético, de la microbiota intestinal y de la presencia de infecciones simultáneas; de ahí la diversidad de síntomas y de efectos a largo plazo.

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Diarrea y antibióticos: un caso particular

La diarrea, efecto secundario clásico de la toma de antibióticos, es capaz de comprometer la eficacia del tratamiento obligando a suspenderlo prematuramente. Esta diarrea post-antibioterapia, generalmente benigna, puede a veces enmascarar una infección intestinal más grave.

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La microbiota intestinal Diarrea asociada a los antibióticos Gastroenteritis infecciosa

Si bien erradican los microorganismos patógenos responsables de la infección, los antibióticos pueden del mismo modo destruir algunas bacterias beneficiosas de la microbiota intestinal y provocar un desequilibrio más o menos importante dentro de este ecosistema. Siendo este ecosistema menos rico y diverso, ya no puede desempeñar correctamente sus funciones protectoras2.

El tratamiento con antibióticos no debe ser sistemático15  !

Entre el 10% y el 30% de los pacientes tratados con antibióticos notaron una modificación en su tránsito intestinal a los 3-5 días de empezar su tratamiento, generalmente en forma de diarrea16. Esta diarrea es puramente funcional en la mayoría de los casos y se debe a la disbiosis causada por la toma de antibióticos. Generalmente no produce fiebre, no es grave, es transitoria, y remite al dejar los antibióticos o en las semanas siguientes. No obstante, la disbiosis que comienza en las primeras 24 horas del tratamiento antibiótico dura hasta 6 semanas después de suspenderlo. Nuevos microorganismos, cercanos a las cepas originales, pero no necesariamente idénticos, recolonizan lentamente el intestino y crean un nuevo equilibrio, aunque a menudo permanece incompleto.

Vía libre para los patógenos

A veces, la capa mucosa, verdadera fortaleza de nuestro intestino, se vuelve tan frágil que el organismo se hace más vulnerable a los patógenos. En un 10-20% de los casos, la diarrea es consecuencia de la colonización de la microbiota por Clostridium difficile. Esta bacteria está muy extendida en hospitales y en residencias para personas mayores dependientes que son particularmente vulnerables: en instituciones, hasta un 20% de los residentes (50% de los pacientes en estancias prolongadas) pueden albergar esta bacteria en su intestino sin tener síntomas (portadores asintomáticos). Si bien la mayoría de las diarreas por C. difficile cesan con la suspensión del tratamiento antibiótico, pueden aparecer otras formas más severas (colitis pseudomembranosa y colitis fulminante, especialmente en personas mayores de 65 años17). Por ejemplo, en Estados Unidos esta infección es responsable de alrededor de 30.000 muertes al año18. Las familias de antibióticos frecuentemente implicadas son conocidas: penicilinas, algunas generaciones de cefalosporinas, fluoroquinolonas y clindamicina. Un circuito vicioso que podría convertir el trasplante fecal en una alternativa terapéutica a los antibióticos, con el objetivo de repoblar la microbiota y restaurar la barrera intestinal.

Toxinfecciones alimentarias colectivas

Se habla de toxinfección alimentaria colectiva (TIAC)20 cuando ocurren al menos dos casos agrupados que presentan síntomas idénticos (generalmente gastrointestinales) y atribuibles al mismo alimento.

  • Síntomas
    Dolor abdominal, diarrea (sanguinolenta o no), náuseas, vómitos, dolor de cabeza, fiebre, dolor muscular
     
  • Duración del episodio
    Recuperación rápida en caso de higiene adecuada
     
  • Microorganismos responsables
    Salmonella spp., E. coli, Shigella spp., Yersinia spp., Listeria monocytogenes, Staphylococcus aureus, Clostridium spp., Bacillus cereus y toxinas fúngicas (micotoxinas)
     
  • Posibles complicaciones
    En sujetos vulnerables o debilitados (lactantes, mujeres embarazadas, personas mayores, individuos inmunodeprimidos), meningitis en caso de infección por Listeria monocytogenes
     
  • Incidencia
    En progresión creciente desde 1980 debido al aumento del consumo de productos frescos; disminución del número de casos graves gracias a un mayor control de las condiciones de higiene en los procesos de producción, transformación y distribución de alimentos
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Rotavirus y norovirus implicados

¿Cuáles son las causas de estos trastornos? Entre los agentes infecciosos responsables de la gastroenteritis viral, destacan dos virus por su virulencia: el rotavirus y el norovirus y ambos monopolizan las estadísticas. Probablemente, tanto la alteración en la composición de la microbiota intestinal como el patrimonio genético propio, desempeñan su papel en la susceptibilidad individual.

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La microbiota intestinal Gastroenteritis infecciosa

Independientemente de la edad, la mayoría de las gastroenteritis se deben al norovirus, pero en niños menores de 5 años, las infecciones por rotavirus representan la primera causa de diarrea aguda severa en el mundo. A pesar de la existencia de vacunas y antivirales, los países pobres pagan siempre un precio más alto.

Identificado en 1973, el rotavirus debe su nombre a su particular estructura en forma de rueda3. Existen diez especies diferentes siendo la A la más común. Además de la diarrea –no sanguinolenta y de corta duración, a diferencia de la diarrea bacteriana– la infección provoca vómitos que contribuyen a la deshidratación de los pacientes y que pueden ser un obstáculo para la eficacia del tratamiento. La infección por rotavirus suele ser más severa que las diarreas provocadas por otros agentes infecciosos ya que síntomas como fiebre, malestar y fatiga aparecen como respuesta a la infección. Si la diarrea o los vómitos se agravan, prolongándose más allá de una semana, se hará necesario consultar al médico y administrar un tratamiento específico. El rotavirus puede transmitirse a lo largo de todo el año, básicamente por contacto directo o indirecto con personas contaminadas. Las complicaciones son raras pero posibles; si el virus penetra en la circulación sanguínea puede causar infecciones extraintestinales, principalmente neurológicas (meningitis, encefalitis, encefalopatía). La introducción a nivel mundial de la vacuna en 2006 tuvo dos consecuencias en los países ricos: aumento de la media de edad de las personas infectadas (ahora se trata de adolescentes y personas mayores de 70 años) y estacionalidad de las epidemias.

¡Cuide la alimentación y mantenga precauciones de contacto10 !

Extremadamente contagioso, altamente infeccioso y relativamente resistente a los desinfectantes, el norovirus se transmite por la ingesta de agua o alimentos infectados o por contacto con objetos contaminados o personas enfermas; también es posible la contaminación por vía aérea. Simples casos aislados pueden convertirse rápidamente en epidemias en es pacios confinados (cruceros, centros de salud, hospitales, etc.) y en fases agudas pueden causar complicaciones intestinales graves (síndrome del intestino irritable postinfeccioso, deshidratación severa potencialmente mortal, etc.) En otros casos, la gastroenteritis por norovirus dura entre uno y cuatro días y produce los mismos síntomas que la causada por rotavirus: dolor abdominal, náuseas, vómitos y diarrea no sanguinolenta. Generalmente, se cura de forma espontánea, pero en portadores sanos (personas infectadas asintomáticas), la eliminación del virus puede tardar varios meses, incluso varios años en personas inmunodeprimidas; al convertirse estos últimos en enfermos crónicos, pasarían probablemente a ser reservorios para futuras epidemias.

20 millones de casos de gastroenteritis por norovirus al año en Estados Unidos (coste: 60.000 millones de dólares)

42% de reducción de la mortalidad tras la introducción de la vacuna anti-rotavirus (2006)

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La alternativa probiótica 

A pesar de que no forman parte del tratamiento convencional de la gastroenteritis, los probióticos7 podrían desempeñar un papel en el control de la diarrea aguda, siempre y cuando se haya demostrado que la(s) cepa(s) utilizada(s) son capaces de aliviar los síntomas.

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La microbiota intestinal Gastroenteritis infecciosa Los probióticos

El uso de probióticos ha aumentado de forma exponencial en los últimos años. Hay cada vez más estudios sobre estos microorganismos beneficiosos que contribuyen en gran medida a esta tendencia. Pero no es “probiótico” todo lo que reluce: hay que sobrevivir en el tubo digestivo, ser resistente a la acidez gástrica y a las enzimas digestivas, habitar temporalmente el intestino y demostrar que “eres de fiar”: sólo los microorganismos que no se degradan, inocuos para el organismo y capaces de aliviar los síntomas merecen esta denominación. Generalmente, se venden en forma de suplementos alimenticios o medicamentos, según la potencia de sus efectos en los síntomas y su inocuidad. Los probióticos se componen de una o varias cepas o de una mezcla de varias especies y se presentan bajo diversas formas: cápsulas, polvos para solución oral, polvos orodispersables, comprimidos, etc.

Dos especies destacadas

Una revisión de la literatura científica que evaluó la utilidad de los probióticos en la prevención y tratamiento de trastornos gastrointestinales pediátricos mostró que los beneficios parecen ser específicos de cada cepa y depender del tipo de infección8. Por ahora, dos microorganismos parecenaliviar eficazmente los síntomas de la gastroenteritis al reducir su duración: la levadura Saccharomyces boulardii y la bacteria Lactobacillus rhamnosus GG (LGG). En general, los probióticos tienden a ser más eficaces si se administraran en una etapa temprana de la infección y si esta es de origen viral. En caso de diarrea asociada a la toma de antibióticos, S. boulardii y L. rhamnosus GG tendrían también un efecto beneficioso. En cuanto a las infecciones por Clostridium difficile y la prevención de la diarrea del viajero (turista), solamente S. boulardii parece producir un efecto en los síntomas.

Una recuperación más rápida

En caso de gastroenteritis por rotavirus, estos probióticos reducen uno o dos días la duración de la diarrea2 . Su acción consiste en disminuir el número de moléculas que favorecen el proceso inflamatorio, estimulando la respuesta inmunitaria y fomentar la proliferación y/o migración de células del intestino encargadas del transporte de nutrientes, facilitando de esta manera la absorción de glucosa y, por tanto, de agua. Más allá de la prevención de la diarrea en niños tratados con antibióticos u hospitalizados, estas cepas (S. boulardii, entre otras) evitan el 85% de los episodios diarreicos relacionados con el consumo de agua o alimentos contaminados9 (diarrea del viajero). Para ser eficaces, estos tratamientos deben iniciarse unos días antes de emprender el viaje y mantenerse durante el mismo o incluso tras su finalización.

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La alimentación: un factor clave

Virus, bacterias, parásitos: las causas de las infecciones gastrointestinales son múltiples. ¿Cuál es el síntoma principal? La diarrea, que deshidrata el organismo. Se trata generalmente de infecciones agudas que remiten espontáneamente a los cinco días con tratamiento sintomático y que no son recurrentes. Sin embargo, en algunos casos, pueden llegar a ser severas o prolongarse en el tiempo y es entonces cuando requieren de un tratamiento específico. El principal factor responsable es la virulencia de ciertos microorganismos o de sus toxinas, así como sus interacciones con la microbiota intestinal1 específica de cada individuo. ¿Qué podemos hacer? Actuar sobre nuestra microbiota intestinal podría abrir paso a tratamientos preventivos y curativos eficaces y contribuir a afrontar el problema sanitario que representan las diarreas infecciosas.

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La microbiota intestinal Gastroenteritis infecciosa La alimentación

La medida más urgente en el tratamiento de toda diarrea aguda es compensar las pérdidas de agua y sodio y reducir la velocidad de tránsito (salvo en caso de diarrea hemorrágica o de fiebre alta). Sin embargo, es importante mantener aportes proteicos y calóricos suficientes, al igual que suplementos de oligoelementos.

¡Consuma bebidas saladas2,3 !

Esta rehidratación puede realizarse a través de la alimentación, con la ingesta abundante de bebidas que contengan glucosa, sodio, potasio y bicarbonato (agua con y sin gas, ciertos refrescos) asociada con productos salados y con alto contenido de glucosa (arroz, pasta, etc.), o mediante soluciones de rehidratación oral (SRO) en caso de náuseas.

Por el contrario, es aconsejable evitar el agua del grifo, el caldo de pollo, el jugo de manzana y la mayoría de los refrescos. Es necesaria la supervisión de las personas mayores ya que son menos sensibles a la sed; ante una deshidratación severa, la compensación de pérdidas debe hacerse vía intravenosa. En la medida de lo posible se debe optar por la lactancia materna, y en los bebés alimentados con fórmula se desaconseja la lecha deslactosada ya que podría comprometer la eficacia del tratamiento con antibióticos.

ALGUNOS DATOS SOBRE LA DIARREA

En la práctica, hablamos de diarrea cuando hay más de tres deposiciones blandas o líquidas al día. Según la OMS, existen tres tipos clínicos de diarrea:

  • Líquida aguda (dura varias horas o días, como las que se producen por cólera)
     
  • Líquida sanguinolenta (llamada disentería)
     
  • Persistente (cuando dura más de 14 días)

Aporte de zinc en niños desnutridos

La Organización Mundial de la Salud aconseja la administración diaria de suplementos de zinc durante dos semanas en niños mayores de 6 años que sufren malnutrición; a menudo, desafortunadamente, esta recomendación no se sigue en países pobres, donde el consumo de carne (fuente de zinc) es bajo4. El zinc restaura la integridad de la barrera intestinal y estimula la inmunidad contra los microorganismos responsables de infecciones intestinales. Se trata de un doble efecto confirmado en estudios con animales, según los cuales un déficit crónico de zinc altera la composición y las funciones de la microbiota intestinal y aumenta el riesgo de infección gastrointestinal. Más concretamente, el proporcionar suplementos alimenticios que contienen zinc a niños con diarrea severa reduce la duración del episodio. Sin embargo, conviene tener en cuenta que, según los científicos, este procedimiento no está indicado en niños menores de 5 años con diarrea severa, pero sin déficit de zinc, porque puede aumentar el riesgo de vómitos asociados con la primera dosis.

2a causa de mortalidad en niños menores de cinco años (525.000 decesos anuales)

1.700 millones de niños afectados en el mundo cada año

> 90 % de las infecciones mortales tienen lugar en países pobre

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La microbiota vaginal como predictor del riesgo de parto prematuro

Existe una correlación aparente entre la composición bacteriana de la microbiota vaginal y el riesgo de parto prematuro. A este respecto, las mujeres de origen africano parecen más expuestas. La búsqueda de biomarcadores específicos permitiría anticipar y prevenir de forma más eficaz este tipo de incidentes.

La microbiota vaginal Microbiota fetal: ¿el final de una controversia? Microbiota, lactancia y pubertad precoz Restauración de la microbiota de los bebés nacidos por cesárea mediante un trasplante fecal
Photo : The vaginal microbiota as a predictor of the risk of premature delivery

 

Con alrededor de 15 millones de casos anuales y una incidencia mundial superior al 10%, el parto prematuro (antes de las 37 semanas de amenorrea (SA)) se ha convertido en un problema de salud pública global y en la segunda causa de mortalidad neonatal en el mundo. Algunos factores ambientales, especialmente la microbiota vaginal, podrían desempeñar un papel importante en este fenómeno : una composición vaginal bacteriana homogénea, con predominio de Lactobacillus, sería sinónimo de una reducción del riesgo de prematuridad, mientras que una gran diversidad parece estar relacionada con un mayor riesgo.

Un perfil característico del riesgo

Un equipo de investigación estadounidense decidió investigar el asunto llevando a cabo un análisis de la microbiota vaginal de 45 mujeres (principalmente de origen africano) que habían tenido un parto prematuro (<32 SA) en comparación con la de 90 mujeres (de distintos orígenes étnicos) que habían tenido un parto a término (≥37 SA). Los datos recolectados, junto con aquellos obtenidos a partir de una vasta base de datos estadounidense (12 000 muestras) confirmaron la hipótesis planteada: una mayor diversidad bacteriana vaginal así como una menor abundancia de Lactobacillus crispatus combinadas con la sobreabundancia de determinadas bacterias (BVAB1, Sneathia amnii, y Prevotella cluster 2) están relacionadas con un aumento del riesgo de parto prematuro. Las muestras de estas pacientes recogidas al principio del embarazo (entre 6 y 24 SA) revelaron una mayor presencia de Megasphaera type 1 y de TM7-H1, taxones conocidos por su asociación con una mala salud vaginal.

Mejorar la detección

Así pues, se ha desarrollado un modelo capaz de predecir el riesgo de parto prematuro en función de la presencia de BVAB1, Sneathia amnii, y Prevotella cluster 2 al inicio del embarazo (< 24 SA). Si bien aún queda por aclarar el papel que desempeñan las bacterias en cuestión, podrían ser responsables del aumento de ciertas citoquinas proinflamatorias capaces de desencadenar el parto de forma prematura. Aunque este perfil microbiano característico se encontró predominantemente en las mujeres de origen africano incluidas en este estudio, serán necesarios trabajos adicionales antes de poder generalizar la relación existente entre la flora vaginal y el parto prematuro. Junto con los datos clínicos y posibles factores genéticos, los biomarcadores bacterianos, metabólicos e inmunológicos podrían facilitar la detección temprana del riesgo de parto prematuro y el tratamiento de los embarazos de alto riesgo.

 

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