Es una patología compartida por muchas personas. Algunos trastornos de ansiedad pueden estar relacionados con la actividad de la microbiota intestinal en la regulación de las hormonas del estrés. La detección del papel jugado por la microbiota en los trastornos de ansiedad deja entrever nuevas pistas para su tratamiento.
Los trastornos de ansiedad agrupan fobias, trastornos de ansiedad generalizados, trastornos obsesivo-compulsivos, estrés postraumático, etc., y se caracterizan por síntomas físicos (temblores, palpitaciones, espasmos digestivos, entre otros) y psíquicos (ansiedad anticipatoria, hipervigilancia, etc.). El 14 % de la población europea se ve afectada por esta patología.
La actividad de la microbiota como regulador
A través del eje microbiota-intestino-cerebro, la microbiota intestinal podría desempeñar una función de regulación de los síntomas de la ansiedad relacionados con el estrés. Los datos recientes sobre las personas sanas confirman las hipótesis formuladas en ratones, que sugieren que la microbiota influye en el ánimo y la ansiedad.
Las vías de interacción vientre-cerebro
Las interacciones entre microbiota, intestino y cerebro implicarían, por una parte, la vía neurológica, debido a la activación del nervio vago y la aparición de signos de ansiedad (nudo en el estómago) y, por otra, la vía sanguínea que asegura el transporte de moléculas desde el intestino hacia el cerebro. Las moléculas en cuestión tendrían varios orígenes: moléculas bacterianas capaces de atravesar las membranas del cerebro (meninges), moléculas segregadas por las células intestinales (neuropéptidos) y moléculas anti- o pro- inflamatorias (citocinas) producidas por el sistema de defensa del intestino.
Nuevas pistas para el tratamiento
Más allá de los tratamientos habituales para los trastornos de ansiedad (psicoterapia, fitoterapia, ansiolíticos...), los vínculos entre la microbiota intestinal y el cerebro abren nuevas pistas de tratamiento como la de los probióticos, cuya finalidad es modificar la composición de la microbiota. Sin embargo, aún no se ha demostrado su eficacia clínica.
Los trastornos del espectro autista (TEA) designan un conjunto de enfermedades neurobiológicas que alteran las interacciones sociales. Podrían ser de origen gastrointestinal.
El autismo, evidentemente, pero también el síndrome de Asperger, el síndrome de Landau-Kleffner o incluso el trastorno general del desarrollo no especificado (TGD No especificado), forman parte de los TEA.
Los niños se ven 4 veces más afectados que las niñas
En el mundo, los trastornos del espectro autista afectan aproximadamente a un niño de cada 160, entre los que hay 4 veces más niños que niñas.
A pesar de la diversidad de los trastornos, los TEA presentan características comunes: problemas de comunicación, alteración de las relaciones sociales, limitación de los intereses, trastornos conductuales.
Signos evocadores que deben vigilarse
Algunos signos evocadores deberían llevar a una consulta: el niño no responde al mundo sonoro, no señala con el dedo, evita la mirada, no sonríe, reacciona poco a la separaciones o reencuentros, sus actividades motrices son limitadas y repetitivas, etc. Sólo un especialista podrá formular o descartar un diagnóstico de TEA y le recomendará el tratamiento adecuado.
Todavía se desconocen las causas
Aunque todavía se desconocen las causas de los trastornos del espectro autista, los investigadores estudian con atención aquellas que están relacionadas con factores genéticos o medioambientales. Por otra parte, algunos estudios clínicos han demostrado que existen disbiosis entre los niños autistas5, vinculadas a una alteración de la actividad metabólica de la microbiota intestinal.
Ningún tratamiento hasta la fecha
Este descubrimiento sugiere que la corrección de los desequilibrios del ecosistema digestivo podría mejorar las anomalías conductuales de los TEA, abriendo nuevas líneas de tratamiento. Se están evaluando estudios clínicos que apuntan a comprender mejor las conexiones biológicas entre el autismo y la microbiota intestinal.
Hasta la fecha, no existe medicamento que cure los trastornos del espectro autista; sin embargo, un tratamiento adaptado a las necesidades del niño permite mejorar considerablemente su modo de vida.
La enfermedad de Parkinson es la segunda enfermedad neurodegenerativa más frecuente en Francia. Destruye progresivamente las neuronas cerebrales que producen dopamina. Se ha podido demostrar su relación con una perturbación de la microbiota intestinal.
La enfermedad de Parkinson afecta al 1 % de los mayores de 65 años, lo que supone un total de 100.000 personas en Francia. La sustancia negra del cerebro, zona de control del movimiento, pierde sus neuronas productoras de dopamina. Esto es lo que provoca los trastornos motores progresivos: lentitud en los movimientos, rigidez muscular y temblores. Asimismo, todos los enfermos de Parkinson sufren otros problemas no motores, tales como trastornos del sueño, episodios depresivos y serios problemas gastrointestinales (estreñimiento, hinchazón, dolores abdominales, náuseas).
La edad como causa
El principal factor de riesgo sigue siendo la edad. Aunque se hayan demostrado predisposiciones genéticas, ninguna de ellas alcanza para explicar la enfermedad. El medioambiente también es una causa, con una demostrada acción de los pesticidas.
Comunicación intestino-cerebro
La microbiota participa en la comunicación entre el intestino y el cerebro. Algunos investigadores han planteado la hipótesis de que una infección crónica del intestino por la bacteria Helicobacter pylori sería la causa de la enfermedad de Parkinson. No obstante, aún no se ha determinado si esta infección es la que provoca la enfermedad o si, a la inversa, es la enfermedad la que favorece la infección.
Se ha evidenciado una disbiosis, es decir un defecto en la composición de la microbiota, en pacientes con la enfermedad de Parkinson, presentando menos bacterias “antiinflamatorias” y más bacterias “proinflamatorias” que las personas sanas.
Controlar el avance y hacer un seguimiento
El tratamiento apunta a limitar los síntomas motores de la enfermedad (temblores, rigidez, etc.) mediante el uso de precursores de la dopamina. Estos tratamientos no pueden detener el avance de la enfermedad y vuelven a aparecer complicaciones luego de 5 a 10 años de tratamiento. El desafío actual es detectar la enfermedad lo antes posible y ralentizar la degeneración de las neuronas. Actuar sobre la microbiota es una opción estudiada.
La enfermedad de Alzheimer, cuyas causas todavía se desconocen, sigue sin tener un tratamiento eficaz. No obstante, se plantea la hipótesis del papel que juega la microbiota intestinal, despertando la esperanza de nuevas perspectivas terapéuticas.
La enfermedad de Alzheimer, que afecta a más de 35 millones de personas en todo el mundo, está relacionada con pérdidas de memoria, dificultades de lenguaje y de comprensión, problemas de atención y de concentración, apraxia (pérdida de la destreza) y, en ocasiones, agnosia (dificultad para reconocer los objetos o las caras). A estos síntomas cognitivos, que se magnifican con el paso del tiempo, se añaden síntomas conductuales como ansiedad, apatía, irritabilidad, trastornos del sueño, desinhibición y agitación.
Todavía se desconocen las causas
Para esta enfermedad se han identificado varios factores genéticos de riesgo así como factores medioambientales: hipertensión, hipercolesterolemia, tabaquismo, sedentarismo, desequilibrios alimentarios, falta de estimulación cognitiva, etc. También son muy conocidas las lesiones a nivel cerebral que acompañan a la enfermedad, especialmente la acumulación de placas beta amiloides y la degeneración neuronal. Sin embargo, todavía no se han determinado claramente las causas de la enfermedad.
La hipótesis de la microbiota intestinal
Los investigadores consideran la posibilidad de que la microbiota intestinal esté implicada en la enfermedad de Alzheimer: algunas proteínas (péptidos amiloides) producidas por bacterias «perjudiciales» de la flora intestinal podrían favorecer el desarrollo de la enfermedad. A la inversa, también hay bacterias «beneficiosas» que desempeñan una función protectora y frenan la formación de placas amiloides.
Salir del estancamiento terapéutico
Ya que en la actualidad no existe tratamiento que cure la enfermedad de Alzheimer, la microbiota intestinal podría constituir una nueva vía de investigación terapéutica. Sólo existen algunos medicamentos que disminuyen los síntomas, pero su eficacia es muy limitada. Por lo tanto, algunos proyectan en el futuro tratar la enfermedad a través de la microbiota, modificando la alimentación o consumiendo probióticos.
La prostatitis es una inflamación aguda o crónica de la próstata. Puede tener un origen infeccioso en el caso de inflamación aguda: en general, la bacteria que la causa es Escherichia coli. Los casos crónicos implicarían un desequilibrio de la microbiota urinaria.
La prostatitis afecta aproximadamente a un 10 % de los hombres. Los síntomas, como en los casos de cistitis en las mujeres, incluyen ardor al orinar y micción frecuente. Pueden observarse otros síntomas, como fiebre, dolores pélvicos, perineales o rectales, que requieren tratamientos de urgencia.
Prostatitis aguda: ¿origen infeccioso?
Las principales bacterias responsables, Escherichia coli u otras como las bacterias del tipo enterobacterias, provienen de la microbiota intestinal. La bacteria Escherichia coli está implicada en el 80 % de los casos de prostatitis aguda. En la mayoría de los casos, la infección se inicia a través de la uretra, que es el canal de salida de la vejiga. Algunos gérmenes de transmisión sexual, como los gonococos y la clamidia, también pueden originar prostatitis.
La microbiota urinaria está implicada en las formas crónicas
En el caso de las prostatitis crónicas, las causas son menos claras; los gérmenes son menos frecuentemente aislados. Estudios recientes sugieren que la alteración de la microbiota urinaria podría desempeñar un papel en la aparición de las prostatitis crónicas. De hecho, durante mucho tiempo se ha pensado que la orina era estéril, pero no es así: existe una microbiota urinaria. Además, habría una diferencia de composición entre la microbiota urinaria de los pacientes que padecen prostatitis crónica y la de los hombres sanos. La modificación de la microbiota urinaria por tratamientos antibióticos puede originar las formas crónicas.
Tratamiento con antibióticos
El tratamiento de las prostatitis agudas se basa en la prescripción de antibióticos y, en caso de síntomas graves, a veces es necesaria la hospitalización. El tratamiento de la prostatitis crónica es más complejo. El uso de probióticos para este fin todavía es muy preliminar.
La fibrosis quística es una enfermedad genética rara que se manifiesta especialmente a través de problemas respiratorios y digestivos graves. Habría un vínculo entre sus síntomas y la microbiota intestinal.
Se estima que unas 105 000 personas han sido diagnosticadas con fibrosis quística en 94 países. Francia ha sido el primer país del mundo en introducir la detección sistemática al nacer.
La alteración de la proteína CFTR como causa
La fibrosis quística se debe a una alteración de la proteína CFTR (Cystic fibrosis transmembrane conductance regulator, en inglés), provocada por una mutación de su gen. La proteína CFTR normal regula el intercambio de agua y sales minerales a través de las membranas celulares. Cuando está defectuosa, provoca un aumento de la viscosidad del moco y su acumulación en las vías respiratorias y digestivas. A nivel respiratorio, esta acumulación es un caldo de cultivo para las infecciones bacterianas y, a la larga, provoca insuficiencia respiratoria. A nivel digestivo, la fibrosis quística provoca una insuficiencia pancreática que afecta la digestión, la absorción de nutrientes y el crecimiento, y se manifiesta por la alternancia de diarrea y estreñimiento.
El desequilibrio de la microbiota
Además, el desequilibrio de la microbiota intestinal estaría asociado a los síntomas respiratorios de la fibrosis quística. Esta disbiosis, observada antes de la aparición de los primeros síntomas, se ve agravada por la enfermedad y por los tratamientos con antibióticos. Podría contribuir a la desnutrición, al retraso en el crecimiento y, en términos más generales, a complicaciones digestivas y respiratorias en los pacientes.
Reducir los síntomas
El tratamiento de los pacientes se realiza en centros especializados; principalmente, apunta a descongestionar los bronquios con ayuda de fluidificantes bronquiales y broncodilatadores, combinados con sesiones de fisioterapia respiratoria. Cada tres o cuatro meses, se receta un tratamiento antibiótico con fines preventivos. Los problemas digestivos se tratan con un régimen alimentario hipercalórico, completado por extractos pancreáticos y vitaminas.
En el futuro, nuevas estrategias terapéuticas destinadas a intervenir en la creación de microbiotas desde las primeras semanas de vida a través de la lactanciao la utilización de probióticos, podrían retrasar la aparición de problemas respiratorios, reforzar el sistema inmunitario de los pacientes y reducir así la morbilidad y la mortalidad vinculadas con la fibrosis quística.
Fiebre, bronquitis, anginas, etc. Es difícil pasar el invierno sin verse afectado por alguna de estas infecciones respiratorias. De manera preventiva, los tratamientos con probióticos permitirían estimular las defensas inmunitarias.
Las enfermedades invernales son a menudo de origen viral y presentan signos clínicos muy similares a los de la gripe (Virus Influenza), por lo que se las ha agrupado bajo el término de síndrome gripal o pseudogripal.
A menudo se confunde síndrome gripal con gripe
El síndrome gripal presenta todos o parte de los siguientes síntomas: fiebre menor a 38.5 C, escalofríos, tos, fatiga, dolores musculares, dolores de garganta, dolores de cabeza, secreción nasal, etc. Solo los análisis sanguíneos pueden diferenciarlo de manera certera de una infección por el virus de la gripe.
Un sistema inmunitario sobrecargado
Las defensas inmunitarias intestinales protegen contra las agresiones de agentes patógenos como las bacterias o los virus. Pero en invierno, el sistema inmunitario sufre más agresiones, el encierro es mayor y los órganos reciben menos aire. En consecuencia, la transmisión de microbios patógenos en circulación (aire expirado, tos, estornudos) se acentúa más.
Se están investigando curas con probióticos
El origen viral de las infecciones respiratorias invernales excluye de entrada el uso de antibióticos. El tratamiento es sintomático: paracetamol combinado con una buena hidratación y reposo constituyen la prescripción médica básica.
El consumo de probióticos también ha demostrado su eficacia en estudios clínicos sobre las enfermedades respiratorias invernales. Una ingesta diaria de probióticos durante varios meses ha permitido reducir la fiebre, la secreción nasal y la tos. También ha permitido disminuir la prescripción de antibióticos y reducir el ausentismo debido a esta enfermedad.
La presencia de cierta familia de bacterias de la microbiota intestinal podría estar implicada en la recidiva de la enfermedad de Crohn después de la resección intestinal. ¿Se podría predecir la recidiva mediante la detección de estas bacterias?
Hasta el 70% de los pacientes con la enfermedad de Crohn necesitan una resección intestinal y dos tercios de ellos desarrollan una recidiva que conduce a una nueva intervención. Se conoce bastante bien el papel de la microbiota asociada a la mucosa intestinal en la recidiva, pero existen pocos datos sobre el entorno luminal después de la resección intestinal. Un equipo de investigadores realizó un amplio estudio prospectivo, longitudinal, aleatorizado, en 130 pacientes con la enfermedad de Crohn después de cirugía, para estudiar la asociación entre la microbiota intestinal y el riesgo de recidiva.
Enterobacteriaceae y riesgo de recidiva
Se realizó una endoscopia a dos tercios de los pacientes para detectar la recidiva de la enfermedad a los 6 meses y una colonoscopia a todos los pacientes a los 18 meses de la intervención quirúrgica. Se obtuvieron muestras de heces 2 semanas antes de la intervención y 6, 12 y 18 meses después, para analizar la microbiota intestinal por secuenciación del gen del ARNr 16S. Los resultados mostraron que una gran abundancia de la familia Enterobacteriaceae antes de la intervención y 6 meses después se asociaba a un mayor riesgo de recidiva de la enfermedad a los 18 meses, mientras que el aumento de bacterias pertenecientes a la familia Lachnospiraceae se asociaba a un riesgo reducido. Los resultados señalan también que, si bien la abundancia de estas familias es importante, el aumento de la diversidad de las especies dentro de la familia también contribuye al riesgo de recidiva o no.
Un entorno propicio a la recidiva
Después de una intervención quirúrgica, el entorno intestinal se modifica (exposición al oxígeno, cambios en el pH, antibióticos…), lo cual da lugar a una disminución de la familia Lachnospiraceae -anaerobios estrictos-, algunas de cuyas especies producen butirato; esta disminución modificaría la disponibilidad y el metabolismo del butirato en los colonocitos y daría lugar a un «switch metabólico» y a un aumento del oxígeno. Los investigadores consideran que este aumento sería responsable de la proliferación de Enterobacteriaceae, anaerobios facultativos. La combinación de (sidenote:
De Cruz P, Kamm MA, Hamilton AL, et al. Crohn’s disease management after intestinal resection: a randomised trial. The Lancet. 2015;385(9976):1406–1417
) permitirá tener una visión completa de la enfermedad.
Además de los pulmones, el intestino constituye uno de los principales órganos diana del SARS-CoV-2 y una potencial vía de diseminación. De ahí la presente revisión dedicada a los trastornos gastrointestinales y al papel de la microbiota en los síntomas y la mortalidad.
Aunque el coronavirus afecta en primer lugar a los pulmones, los médicos y los investigadores se interesaron muy pronto en el papel de la microbiota intestinal porque los síntomas intestinales (vómitos, náuseas, diarrea) parecen más frecuentes en las formas severas: tres metanálisis que incluyeron alrededor de 4 000 a 10 000 pacientes registraron prevalencias del 10 al 17,6%. La infección desencadena una reacción inflamatoria intestinal que se detecta por la presencia de concentraciones fecales elevadas de un biomarcador, la calprotectina.
Presencia del virus en el aparato digestivo
El SARS-CoV-2 infecta las células uniéndose, en particular, al receptor de la (sidenote:
Receptor de la enzima convertidora de angiotensina II
) , que participa en la homeostasis del sistema renina-angiotensina-aldosterona, crucial para la fisiología y la patología de todos los órganos. Si bien la ECA2 se expresa intensamente en el tejido pulmonar –de ahí su vulnerabilidad–, también se expresa en el corazón, el hígado y el intestino. Por ello, el virus podría penetrar en el aparato digestivo a través de alimentos contaminados, tras lo cual podría producirse una transmisión fecal-oral. De hecho, el ARN viral está presente en las heces de uno de cada dos pacientes de COVID, incluso en ausencia de virus en las vías respiratorias. Por otra parte, el virus parece capaz de replicarse en el tubo digestivo.
Mecanismos potenciales
Varios mecanismos podrían estar implicados en los trastornos gastrointestinales observados:
• Debilitamiento de la barrera intestinal relacionado con la inflamación local o con la replicación del virus.
• Alteración de la regulación de la ECA2, ya que cualquier déficit de esta enzima acentúa la susceptibilidad del intestino a la inflamación. Ahora bien, puesto que el SARS-CoV-2 reduce la expresión de ECA2 en los pulmones, es probable que también la limite en el intestino.
• Alteración de la composición y las funciones de la microbiota como consecuencia de la hipoxia debida a la COVID-19.
• Implicación del eje intestino-cerebro ya que el sistema nervioso entérico puede verse afectado, o bien debido a una infección viral directa, o bien a través de una (sidenote:
Por ejemplo, citocinas inflamatorias
) que potencia la diarrea y posiblemente estimula el nervio vago, favoreciendo los vómitos.
Disbiosis de la microbiota intestinal
Se ha demostrado que un déficit de ECA2 altera la composición de la microbiota en ratones; los pacientes de COVID-19 presentan una disbiosis intestinal caracterizada por un descenso de la diversidad y abundancia de bacterias. Esta disbiosis acarrea importantes consecuencias: la microbiota intestinal puede estimular a distancia la respuesta del huésped a las infecciones virales respiratorias; a la inversa, la disbiosis puede agravar el desenlace de la enfermedad ya que la menor presencia de bacterias comensales favorece la sobrerrepresentación de bacterias patógenas. Por lo tanto, falta establecer el papel de la microbiota intestinal en las infecciones por coronavirus para determinar si constituye un biomarcador de la severidad de la enfermedad o incluso si puede convertirse en una estrategia terapéutica.
Aunque la ciencia todavía no ha logrado explicar el mecanismo subyacente, el tratamiento de lactantes con antibióticos podría aumentar el riesgo de que desarrollen asma posteriormente. Una de las pistas se encuentra delante de nuestras narices, o mejor dicho adentro ya que la microbiota nasal podría desempeñar un papel importante en este fenómeno.
Pese a la famosa campaña del gobierno francés «Los antibióticos no son automáticos», estos se siguen administrando en exceso para afecciones que no son de origen bacteriano, con repercusiones importantes en la salud. De hecho, la exposición a antibióticos durante los primeros meses de vida podría asociarse con el desarrollo posterior de asma, una enfermedad inflamatoria del (sidenote: https://www.who.int/news-room/q-a-detail/asthma). Las microbiotas intestinal y nasal son factores de riesgo conocidos del desarrollo y severidad de la enfermedad. Dado que los antibióticos alteran las comunidades bacterianas, un equipo de investigadores se preguntó si la alteración de la microbiota nasal podía explicar la aparición del asma infantil.
Imagen
¡Los antibióticos salvan vidas! ¿Sabía que también afectan a su microbiota? ¿Sabía que un mal uso o un abuso de los antibióticos puede generar una resistencia a estos medicamentos? ¿Ha oído hablar de la Semana mundial de concienciación sobre la RAM (WAAW)? Encontrará todas las respuestas en esta página dedicada al tema:
Se ha demostrado la relación entre los antibióticos y el asma
El equipo investigó, en unos 700 niños, la relación entre la exposición a antibióticos antes de la edad de 1 año y el desarrollo de asma a la edad de 7 años. En total, la mitad de los niños recibió antibióticos entre los 0 y 11 meses de edad y casi el 8% de ellos desarrollaron asma posteriormente. Esta proporción ascendió a más del 11% en los niños tratados con dos o más antibióticos antes de los 11 meses de edad, esto es, un aumento del 4% del riesgo de desarrollar asma respecto a niños no tratados con antibióticos.
Los investigadores observaron que la microbiota nasal iba evolucionando a lo largo de los dos primeros años de vida y que la administración de antibióticos antes de la edad de 1 año afectaba a la flora nasal de los bebés, y aún más cuando aumentaba el número de tratamientos. En particular, la ausencia en la nariz de Moraxella –una bacteria frecuentemente asociada con enfermedades respiratorias– parecía caracterizar a los niños que habían recibido dosis importantes de antibióticos a una edad temprana. Su uso antes de la edad de 1 año podría tener efectos nocivos a largo plazo en la microbiota nasal, facilitando la cascada de acontecimientos que conduce al desarrollo de asma. Aunque haya otros factores implicados (por ejemplo, la microbiota intestinaly el sistema inmunitario), estos resultados concuerdan con las recomendaciones actuales que fomentan el uso racional de antibióticos, sobre todo en lactantes.
¿Qué es la Semana mundial de concienciación sobre la RAM ?
Cada año, desde 2015, la OMS organiza la Semana mundial de concienciación sobre la RAM (WAAW por sus siglas en inglés), cuyo objetivo es fomentar la sensibilización sobre la resistencia global antimicrobiana.
La resistencia antimicrobiana se produce cuando las bacterias, los virus, los parásitos y los hongos cambian con el tiempo y dejan de responder a los medicamentos. Debido a la resistencia a los fármacos, los antibióticos y otros medicamentos dejan de ser efectivos y las infecciones son cada vez más difíciles o incluso imposibles de tratar, lo que aumenta el riesgo de propagación de las enfermedades, de sufrir dolencias graves y de muerte.
Esta campaña, que se desarrolla del 18 al 24 de noviembre, anima al público en general, a los profesionales de la salud y a los responsables políticos a usar los antibióticos, los antivirales, los antifúngicos y los antiparasitarios con cuidado, para prevenir la aparición de nuevas resistencias antimicrobianas.