¿A qué descubrimiento contribuyó la beca nacional en su campo de investigación sobre la microbiota?
La beca de la Fundación Biocodex (2020) nos permitió iniciar un estudio multidisciplinario cuyo objetivo es entender la interacción entre la microbiota intestinal y la disfunción cognitiva en mujeres.
Los datos científicos indican que los pacientes con la enfermedad de Alzheimer desarrollan una disbiosis intestinal más severa a medida que progresa la enfermedad. Los resultados preliminares de nuestro laboratorio muestran que ratones hembra transgénicos para la enfermedad de Alzheimer carecen de determinadas bacterias intestinales relacionadas con el metabolismo del estrógeno. El estrógeno es una hormona sexual que se asocia con una mejor función cognitiva. Después de la menopausia, se observa una correlación entre la caída abrupta de las concentraciones de estrógeno, y la disfunción cognitiva y la demencia. Por lo tanto, planteamos la hipótesis de que la disbiosis intestinal podría aumentar el riesgo de demencia en las mujeres debido a la falta de bacterias relacionadas con el estrógeno.
En colaboración con el Instituto Nacional de Neurocirugía y Neurología (INNN), diseñamos un estudio clínico transversal en el que participaron mujeres con la enfermedad de Alzheimer y controles sanas. En el CINVESTAV, siguiendo un enfoque traslacional estamos realizando un estudio preclínico con ratones hembra transgénicos y ratones de fenotipo salvaje de la misma camada para determinar la reproducibilidad de los datos obtenidos en el ser humano. Ya hemos llegado a la fase final de los experimentos.
¿Qué consecuencias tiene este descubrimiento para el paciente?
Dado que las dos terceras partes de los casos de Alzheimer en el mundo se producen en mujeres, ser mujer constituye un factor de riesgo para esta enfermedad. Se ha propuesto que la falta de estrógeno después de la menopausia provoca disfunciones cognitivas y demencia. Sin embargo, las terapias hormonales sustitutivas no han producido resultados coherentes debido a las concentraciones óptimas de estrógeno y a un estrecho margen terapéutico.
Hoy día, más de 50 millones de personas padecen la enfermedad de Alzheimer, de las cuales más de 33 millones son mujeres. Si lográramos confirmar nuestra hipótesis de trabajo, podríamos diseñar intervenciones terapéuticas que permitan aumentar la abundancia de bacterias relacionadas con el estrógeno con el fin de evitar la aparición de alteraciones cognitivas y demencia en mujeres posmenopáusicas. Esta estrategia tendría importantes repercusiones en la calidad de vida de las mujeres durante décadas después de la menopausia.