¿Las hormonas de los anticonceptivos femeninos maltratan las microbiotas? A esta pregunta, los científicos responden que todo depende de la microbiota en cuestión: la microbiota vaginal, dominada por los lactobacilos, parece protegida, a diferencia de la microbiota intestinal, que podría verse ligeramente alterada.
Todas las mujeres lo saben: las fluctuaciones hormonales del ciclo menstrual influyen, entre otros, en la microbiota vaginal y el tránsito intestinal. Así pues, los anticonceptivos femeninos, sobre todo los que actúan sobre las hormonas, podrían modificar, para bien o para mal, la dinámica de las microbiotas vaginal e intestinal.
Los anticonceptivos orales miman la microbiota vaginal…
La microbiota vaginal posee una particularidad que la hace única: su buena salud se basa en una diversidad baja, con un predominio de bacterias en forma de bastoncillo, los lactobacilos, mientras que, al contrario, las otras microbiotas (como la microbiota intestinal) se consideran equilibradas cuando están muy diversificadas. Esta supremacía de los lactobacilos protege la vagina contra las infecciones al liberar, entre otros, ácido láctico, que frena la proliferación de microorganismos patógenos. Sin embargo, es posible que esta microbiota con predominio de lactobacilos sufra un desequilibrio ( (sidenote:
Disbiosis
La disbiosis no es un fenómeno homogéneo ya que varía en función del estado de salud de cada individuo. Se define generalmente como una alteración de la composición y funcionamiento de la microbiota, provocada por un conjunto de factores ambientales y relacionados con el individuo, que alteran el ecosistema microbiano.
Levy M, Kolodziejczyk AA, Thaiss CA, et al. Dysbiosis and the immune system. Nat Rev Immunol. 2017;17(4):219-232.)) y sea sustituida por otros tipos de bacterias, dando lugar a una vaginosis bacteriana. Ahora bien, los anticonceptivos hormonales (orales o vaginales) parecen reducir el riesgo de contraer esta afección.1 ¿Cómo? ¡Mimando a los lactobacilos! De hecho, estos anticonceptivos contienen estrógenos que inducen el depósito en las paredes vaginales de grandes cantidades de glucógeno, el alimento favorito de los lactobacilos, que se multiplican y producen más ácido láctico. ¿Qué sucede con los otros métodos anticonceptivos? Los estudios todavía son limitados, pero el anillo vaginal no parece provocar una modificación sustancial de la microbiota vaginal, lo mismo que los dispositivos intrauterinos (de cobre o con hormonas), que parecen carecer de efecto.1
… pero podrían alterar ligeramente la microbiota intestinal
A diferencia de la microbiota vaginal, una microbiota intestinal sana debe ser diversificada. Ahora bien, la píldora anticonceptiva mantiene artificialmente concentraciones constantes de estrógenos y progesterona en la circulación, lo cual parece alterar la microbiota intestinal. Por ejemplo, a juzgar por un estudio reciente realizado con 16 mujeres premenopáusicas sanas,2 los anticonceptivos orales parecen producir una ligera disminución de la riqueza de la microbiota intestinal y una modificación de la cantidad de varios géneros bacterianos. En cambio, es imposible saber por ahora si las hormonas de la píldora anticonceptiva interactúan directamente con las bacterias intestinales o indirectamente mediante otros procesos fisiológicos que, a su vez, podrían tener un efecto sobre las bacterias intestinales. En cualquier caso, estos primeros resultados señalan que la píldora anticonceptiva podría tener repercusiones en la salud de las mujeres. De ahí la necesidad de profundizar en el tema para tener una visión más completa del impacto de estos medicamentos en la microbiota intestinal.
Mucho antes de la llegada de la genética, las técnicas de análisis más clásicas ya mostraban que las comunidades bacterianas intestinales eran diferentes en los niños que padecían una malnutrición grave. ¿Y si restablecer las bacterias intestinales adecuadas pudiera actuar sobre el crecimiento de estos niños?
Retrasos de crecimiento, secuelas a largo plazo en el metabolismo, la inmunidad y el desarrollo cognitivo..., la malnutrición de los niños es un problema de salud mundial, con soluciones terapéuticas y alimentarias que actualmente son incompletas e incluso insuficientes. Los investigadores también se han dado cuenta de que la microbiota intestinal de estos niños presenta fallos de maduración, con comunidades microbianas que parecen estar menos desarrolladas que las del niño sano. Concentrarse en la microbiota intestinal para actuar sobre el crecimiento es el objetivo de este estudio, que se sale de los caminos trillados y se centra en comparar un complemento alimenticio dirigido a la microbiota intestinal (MDCF-2) con un complemento alimenticio listo para su empleo existente (RUSF) con respecto a la mejora del crecimiento de 118 niños de Bangladesh con malnutrición.
Niños que crecen y aumentan de peso más deprisa
Aunque el RUSF sea más calórico, los niños que recibieron MDCF-2 mostraron un aumento de peso más importante y crecieron más deprisa. Además, los niños que recibieron MDCF-2 presentaban niveles más elevados de proteínas asociadas al crecimiento óseo y al desarrollo neurológico. Otro resultado esperanzador: se identificaron 21 tipos de bacterias positivamente relacionadas con cambios en el crecimiento.
¿Una esperanza para millones de niños?
Actualmente, más de 30 millones de niños menores de 5 años padecen todavía malnutrición en el mundo. Este estudio sugiere que un crecimiento sano de los niños está inexorablemente relacionado con el desarrollo óptimo de sus comunidades intestinales después del nacimiento. Estudios a mayor escala y en zonas geográficas más variadas deberían permitir confirmar las ventajas de un tratamiento nutricional dirigido a la microbiota intestinal frente a las estrategias clásicas. La confirmación de estas promesas terapéuticas supondría un éxito importante en la lucha contra las consecuencias de la malnutrición infantil.
Un nuevo estudio, publicado en el The New England Journal of Medicine, demuestra, en un ensayo clínico aleatorizado, que un complemento alimenticio terapéutico concebido para restablecer la microbiota intestinal de niños que padecen malnutrición es mejor que el tratamiento estándar para apoyar su crecimiento.
Actualmente, más de 30 millones de niños menores de 5 años padecen (sidenote:
malnutrición aguda moderada (MAM)
Definida por la Organización Mundial de la Salud como una relación peso/estatura inferior en dos a tres desviaciones estándares de la mediana de la cohorte de edad.
) (MAM) en el mundo. La principal característica de este azote planetario es que los niños afectados presentan una microbiota intestinal (MI) inmadura. En un (sidenote:
Raman AS, Gehrig JL, Venkatesh S, et al. A sparse covarying unit that describes healthy and impaired human gut microbiota development. Science. 2019;365(6449):eaau4735.
), los autores de este estudio definieron un prototipo de complemento alimenticio (MDCF-2) que permitía restablecer la MI de niños de 12 a 18 meses que padecían una MAM. Este nuevo estudio pretende confirmar la eficacia de MDCF-2 en niños con una MAM en un ensayo más amplio y realizado durante un periodo más prolongado.
Un estudio de intervención realizado con 123 niños de Bangladesh
En este ensayo controlado aleatorizado, 123 niños de Bangladesh (de 12 a 18 meses) con una MAM recibieron, o bien una suplementación con MDCF-2 (204 kcal por dosis diaria de 50 g), o bien un complemento alimenticio listo para su empleo existente (RUSF, 247 kcal por dosis diaria de 50 g) dos veces al día durante 3 meses, seguidos de un control al cabo de un mes. Paralelamente, el equipo de investigación realizó un seguimiento semanal del peso, la estatura y el contorno del brazo, así como de tomas de muestras de sangre y heces a intervalos regulares.
Un crecimiento más rápido y un aumento de peso más importante
De los 118 niños que terminaron el estudio (59 en cada grupo), los del grupo MDCF-2 presentaban un crecimiento más rápido que los del grupo RUSF. En los niños del grupo MDCF-2, la variación semanal media del índice de peso por estatura era de 0,021, frente a 0,010 para el grupo RUSF. En lo referente al peso por edad, la variación semanal media era de 0,017 en el grupo MDCF-2 y de 0,010 en el grupo RUSF. Las variaciones de los indicadores contorno del brazo e índice de estatura por edad, por su parte, eran similares en los dos grupos.
Marcadores sanguíneos e intestinales identificados
Después de una suplementación con MDCF-2, se modificaron significativamente 714 proteínas, frente a 82 proteínas en el grupo RUSF. Mientras que algunas de ellas se asociaban al desarrollo de los sistemas musculoesquelético y nervioso (p < 0,001), 70 también se correlacionaban con el índice de peso por estatura. Por otra parte, los marcadores proinflamatorios, acentuados por la malnutrición al principio del estudio, se redujeron en mayor medida mediante la suplementación con MDCF-2. En lo referente a la microbiota, la suplementación con MDCF-2 permitió aumentar de forma significativa 21 taxones bacterianos positivamente asociados al índice de peso por estatura (p < 0,001) y a la inversa, reducir dos taxones bacterianos (Escherichia coli y una especie de Bifidobacterium) negativamente asociados al índice de peso por estatura (p < 0,001).
Este estudio plantea la siguiente conclusión: un aporte calórico y nutricional adecuado es insuficiente para remediar las consecuencias de la malnutrición a largo plazo. Para los autores, primero hay que asegurar una maduración óptima de la MI. A fin de evaluar la eficacia de este nuevo enfoque terapéutico, deberán realizarse ensayos de mayor envergadura en diferentes regiones geográficas y con edades pediátricas más variadas.
Verduras y/o un vaso de jugo de remolacha, ¡no hay nada mejor para favorecer a las bacterias bucales beneficiosas para la salud vascular y las funciones cognitivas! ¿Le gustaría probar un vasito?
Se conocía su aporte nutricional, sus efectos beneficiosos en la digestión y la hidratación, sus virtudes antiestrés... Pero la fuente de beneficios de las verduras parece inagotable tras un nuevo descubrimiento: el efecto de su asociación ganadora con nitratos sobre las bacterias bucales. Como otras muchas verduras, la remolacha tiene un alto contenido de nitrato inorgánico, que las bacterias de la boca transforman en nitrito y después en óxido nítrico (NO). Este óxido no solamente es beneficioso para la salud de las arterias, sino también para las neuronas. El único problema es que con el avance de la edad se va deteriorando la producción de NO. ¿Y si, para contrarrestar el peso de los años, nos tomáramos un vaso de jugo de remolacha enriquecido con nitrato?
¡Diez días de jugo de remolacha enriquecido con nitrato para una microbiota oral en plena forma!
Los efectos de este suplemento son rápidos: según un estudio, bastaron 10 días de jugo para modificar considerablemente la microbiota oral de un grupo compuesto por unos treinta islandeses de 70 a 80 años. El consumo de jugo enriquecido con nitrato influyó en algunos grupos de bacterias bucales. Concretamente, se redujo la cantidad de algunas bacterias asociadas a la inflamación (grupo de Prevotella y Veillonella), así como el temido Clostridium difficile, que puede infectar el intestino y provocar diarrea. A la inversa, otras bacterias se volvieron relativamente más abundantes, por ejemplo, un grupo que incluía Neisseria y Haemophilus, dos bacterias asociadas con una buena salud periodontal, una edad más joven, un IMC más bajo y el hecho de no fumar.
Disminución de la presión arterial, aumento de la atención y estado de ánimo inmejorable
La suplementación con nitratos, a través del jugo de remolacha, redujo la presión arterial media de los participantes. Una presión arterial elevada es un factor de riesgo de declive cognitivo. En este estudio, la reducción de la presión arterial se asocia con un aumento de ciertas bacterias (Streptococcus y Rothia), que se vuelven más abundantes después de la ingestión del jugo. Además, el jugo de remolacha enriquecido con nitratos también es beneficioso para la salud cognitiva. Sin embargo, este estudio se realizó con personas de edad avanzada activas y sanas, con una presión arterial generalmente buena. No se sabe si este efecto beneficioso podrá reproducirse en otros grupos de edad y en personas con una salud no tan buena. Mientras tanto, es recomendable incluir un máximo de verduras en el menú de las próximas comidas... ¡y en los smoothies!
¿Causa o consecuencia? Aunque es difícil responder a esta pregunta, parece que la microbiota intestinal y las microbiotas del aparato reproductor de las mujeres que padecen endometriosis están implicadas en la patogenia de esta penosa dolencia.
La endometriosis (EM) es una enfermedad inflamatoria que se caracteriza por la presencia de tejido endometrial fuera de la cavidad uterina y que afecta, según los estudios, a entre un 6% y un 15% de las mujeres en edad de procrear. Puede provocar dismenorrea primaria severa, una disminución de la fecundidad y la aparición de una masa pélvica, lo que puede mermar gravemente la calidad de vida de las mujeres. Aunque todavía no se entiende perfectamente la patogenia de la EM, es muy posible que la microbiota esté implicada. Algunas hipótesis sugieren un papel de ciertas endotoxinas inflamatorias presentes en la cavidad peritoneal, como el lipopolisacárido (LPS) bacteriano. Estas endotoxinas inflamatorias podrían intervenir en la reacción proinflamatoria y promover el crecimiento de la endometriosis.1
Lactobacillus vaginales por los suelos
Con el fin de profundizar en la hipótesis de la contaminación bacteriana, un equipo tomó muestras de la microbiota a lo largo del aparato reproductor de 36 mujeres con endometriosis (y 14 controles) intervenidas por un tumor benigno ginecológico. ¿Resultados? Disbiosis cada vez más pronunciada al ascender por el aparato reproductor, disminución de Lactobacillus en la microbiota vaginal que aumenta al ascender hacia el endometrio y (sidenote:
UTO
Para Unidades Taxonómicas Operativas, que reúnen individuos filogenéticamente cercanos
) específicas desde el moco cervical que se refuerzan en el aparato genital superior (muestras de endometrio y líquido peritoneal). Esta alteración de la microbiota a lo largo del aparato reproductor tiende a indicar una posible participación de determinadas bacterias en la patogenia de la EM.
¿Cuál es el papel de la microbiota intestinal?
Sin embargo, la EM está lejos de limitarse a síntomas ginecológicos: hasta el 90% de las pacientes con endometriosis también presentan síntomas gastrointestinales.2 Dos estudios, uno realizado en Suecia2 (66 pacientes con EM y 198 controles emparejados) y otro en Shanghái3 (12 pacientes con formas moderadas a severas de EM y 12 controles), se interesaron por la relación entre la microbiota intestinal y la EM: la (sidenote:
Diversidad alfa
Número de especies que coexisten en un medio dado.
) y, en menor medida, la (sidenote:
Beta diversity
Tasa de variación de la composición de especies, calculada comparando el número de taxones únicos en cada ecosistema.
) de las microbiotas de las pacientes eran inferiores a las de los controles. Además, las abundancias relativas de taxones bacterianos diferían. En el estudio chino, Prevotella dominaba en el grupo de pacientes, mientras que Coprococcus se imponía en los controles; algunas funciones microbianas (tratamiento de la información ambiental, sistema endocrino y sistema inmunitario) estaban exacerbadas en las pacientes con EM. Las concentraciones séricas de hormonas (sobre todo de estradiol) y de factores inflamatorios (en especial, IL-8) eran significativamente más elevadas en las mujeres con EM.3 Por último, se detectaron correlaciones entre la abundancia de Blautia y Dorea, y la concentración de estradiol, y entre la abundancia de Subdoligranulum y la concentración de IL-8.3 Por lo tanto, existen asociaciones entre la microbiota intestinal, las hormonas séricas y los factores inflamatorios en las mujeres con EM.
¿Estrógenos o pista inflamatoria?
La EM es una enfermedad estrogenodependiente,2 en la que las pacientes afectadas presentan generalmente concentraciones séricas elevadas de estrógenos.3 Ahora bien, la microbiota intestinal, en especial Ruminococcaceae y Clostridia, podría alterar las concentraciones séricas de estrógenos, modulando la reabsorción de los estrógenos excretados por la bilis que acaban por penetrar en el intestino.3 Otros autores mencionan el papel regulador de la microbiota intestinal en los procesos inflamatorios fuera del aparato gastrointestinal.2 En otras palabras, si bien se han observado correlaciones y se han propuesto hipótesis, todavía no se han dilucidado los mecanismos realmente implicados. No deja de ser cierto que estos tres estudios resaltan la implicación de las microbiotas de los aparatos reproductor y digestivo en la EM, lo cual permite esperar una mejora del diagnóstico y tratamiento de las mujeres afectadas.
Un estudio sueco demuestra que, a los 5 años, la microbiota intestinal (MI) se acerca a su configuración adulta, aunque sin llegar a la madurez. Las explicaciones que aporta sobre la dinámica de colonización de la MI subrayan la importancia de preservar la MI de las alteraciones durante toda la infancia.
La colonización de la microbiota intestinal (MI) empieza al nacer, por contacto con los microorganismos de la microbiota vaginal de la madre en caso de parto por vía vaginal o con los microorganismos cutáneos de la madre y el entorno en caso de cesárea. Continúa progresivamente hasta los 2-3 años para formar, según diferentes estudios, una comunidad microbiana estable de tipo «adulto». Pero en ese momento, ¿ya terminó realmente el proceso de maduración de la MI? Un equipo de investigadores suecos estudió la dinámica de formación de la MI durante los cinco primeros años de vida en una cohorte de 471 niños (302 nacidos por vía vaginal y 169 por cesárea). Establecieron el perfil de la MI por secuenciación del gen del ARNr de 16S en muestras fecales obtenidas durante la primera semana de vida, a los 4 meses, a los 12 meses, a los 3 años y a los 5 años, y la compararon con la de las madres y la de adultos sanos. Principal resultado: la diversidad alfa (de las especies) de las muestras de los niños, representativa de la riqueza de su MI, a los 5 años fue sistemáticamente inferior a la de los adultos.
Una maduración escalonada que continúa en la infancia
Los autores midieron la prevalencia y la proporción de los principales taxones en cada edad estudiada, lo que les permitió observar que la MI se desarrollaba a velocidades diferentes según los niños, aunque con trayectorias relativamente similares. Su composición cambia con mayor intensidad entre los 4 y los 12 meses, en el momento de la diversificación alimentaria. El principal microorganismo colonizador es Ruminococcus gnavus, cuya participación disminuye progresivamente a partir de los 12 meses. Algunas arqueas como Methanobrevibacter y bacterias pertenecientes al género Christensenellaceae, típicas de la MI adulta, no aparecen hasta después de los 12 meses y continúan aumentando entre los 3 y los 5 años. Esta dinámica parece esencial para la maduración de la MI: cuanto más diversificada es la MI en los niños, más taxones «tardíos» y menos R. gnavus contiene. Ahora bien, los estudios ya demostraron que una MI pobre y un exceso de R. gnavus se relacionaban con diversas enfermedades (síndrome metabólico, enfermedades cardiovasculares, enfermedades inflamatorias crónicas del intestino) y que la abundancia de Methanobrevibacter y Christensenellaceae, entre otros, se asociaba con una buena salud metabólica y un índice de masa corporal más bajo.
Un equilibrio que debe preservarse de las alteraciones
Sin emitir recomendaciones por el momento, los autores de este estudio ampliamente difundido en la prensa indican la gran sensibilidad probable de la MI a las alteraciones durante su formación, con efectos profundos sobre la salud. Sin embargo, algunas de sus observaciones relativas al impacto de factores tempranos sobre el desarrollo de la MI son sorprendentes. La toma de antibióticos durante el embarazo de la madre y el primer año de vida del lactante no afecta a la diversidad de la MI a lo largo del tiempo. En cuanto al tipo de parto, parece tener escasos efectos: si bien la diversidad de la MI de los niños nacidos por cesárea es más baja a los 4 meses que la de los niños nacidos por vía vaginal, se normaliza a la edad de 3 años. Por lo tanto, el desarrollo armonioso de la microbiota intestinal debería preservarse al máximo, probablemente más allá de los 5 años, para dar a los niños todas las bazas necesarias para un futuro sano.
Hasta ahora se creía que la microbiota intestinal se convierte en «adulta» a la edad de 2 o 3 años. No exactamente, matizan los autores de un estudio científico reciente:1 a los 5 años, su composición sigue sin ser similar a la del adulto... Algunos microorganismos cruciales para la buena salud incluso continúan desarrollándose después de esta edad. ¡De ahí la importancia de cuidarla durante toda la infancia!
Es una verdad científica grabada a fuego en los manuales de biología. En el vientre de su madre, el bebé no tiene microbiota intestinal: ¡su aparato digestivo todavía es estéril! A partir del nacimiento, la microbiota empieza a formarse, por contacto con todos los microorganismos de la madre durante el parto y con su entorno. Poco a poco, se vuelve cada vez más robusta y rica en bacterias «amigas», hasta parecerse a la del adulto hacia los 2 o 3 años, según creían hasta ahora los científicos. Recientemente, algunos equipos de investigación demostraron que este desarrollo podía ser más largo, y un nuevo estudio sueco que investigó a más de 470 niños desde el nacimiento hasta los 5 años acaba de confirmar esta observación.
¿La microbiota intestinal, «adulta» a los 5 años? ¡No del todo!
Los investigadores analizaron los microorganismos presentes en las heces de los niños en diferentes etapas (al nacer, a los 4 meses, a los 12 meses, a los 3 años y a los 5 años) y los compararon con los de sus madres y otros adultos. Primero estudiaron la diversidad en las muestras. Primer descubrimiento: solo una pequeña minoría (3,5%) de los niños de 5 años tenían una microbiota intestinal tan madura como la de los adultos.
Después observaron cómo colonizaban estos microorganismos el intestino de los niños. En resumen, del nacimiento a los 4 meses, la microbiota intestinal contiene principalmente bacterias lácticas, así como bifidobacterias. De los 4 meses a 1 año, con la diversificación alimentaria, se produce una gran revolución: llegan y se instalan muchos nuevos microorganismos, algunos se multiplican mientras que otros se reducen. Entre 1 y 3 años, la organización de esta pequeña comunidad se estabiliza para convertirse en una microbiota intestinal «de mayor». Sin embargo, algunos microorganismos muy importantes para una buena salud no aparecen hasta después de 1 año de edad y continúan aumentando a partir de los 3 años. Incluso a los 5 años, todavía no llegan a su nivel adulto.
Un desarrollo que hay que proteger para una mejor salud
Los autores del estudio señalan que la microbiota intestinal podría ser sensible a las perturbaciones durante toda su formación. Por otra parte, se sabe actualmente que un desequilibrio de la microbiota intestinal (disbiosis) en un niño muy pequeño, provocada, por ejemplo, por antibióticos, puede tener repercusiones sobre la salud más tarde: trastornos digestivos, sobrepeso, alergias,2,3,4 etc. Se sabe también que una alimentación sana durante la diversificación contribuye a la formación de una microbiota intestinal sana.5 Por lo tanto, el desarrollo armonioso de la microbiota intestinal debería preservarse al máximo, probablemente más allá de los 5 años, para dar a los niños todas las bazas necesarias para un futuro sano.
Sentir contracciones molestas y cierta incomodidad durante los periodos menstruales es muy normal. Aguantar un dolor excesivo que obligue a no ir a trabajar o a la escuela no lo es. Este nuevo estudio se interesa por el papel de la microbiota vaginal en este dolor comúnmente llamado dismenorrea.
Ante las reglas dolorosas, no todas vamos en el mismo barco. Existe un alto grado de variabilidad interindividual en la intensidad del dolor menstrual, el número de zonas dolorosas o los síntomas gastrointestinales concomitantes. Las causas biológicas de esta variabilidad siguen siendo poco conocidas en la actualidad. La microbiota vaginal está hoy en la línea de mira de los investigadores. De hecho, los síntomas y la intensidad del dolor de la (sidenote:
Dismenorrea
La dismenorrea es el término médico que designa el dolor causado por la regla (menstruación) o las contracciones menstruales dolorosas.
) podrían exacerbarse debido a una inflamación provocada por una microbiota vaginalalterada. Mientras que la microbiota vaginal se ha investigado en varios contextos ginecológicos (vaginosis, aborto o endometriosis), este estudio es el primero que se interesa por la relación entre su composición en el momento de la menstruación y la intensidad del dolor.
Microbiota vaginal heterogénea
Veinte mujeres participaron en un estudio piloto. Después de cumplimentar unos cuestionarios, se clasificaron en tres grupos en función del dolor experimentado durante la regla: «dolor localizado leve», «dolor localizado severo» y «síntomas severos múltiples». Se analizó la microbiota vaginal en dos periodos del ciclo: durante la regla y fuera de la regla. Los resultados muestran una variabilidad interindividual de la estabilidad de la microbiota vaginal, es decir que su composición puede ser muy variable de una mujer a otra y a lo largo del ciclo. Sin embargo, se observaron diferencias de composición durante la regla en función de la intensidad del dolor. En especial, las mujeres con síntomas más severos de dismenorrea tenían un perfil microbiano vaginal con proporciones más bajas de lactobacilos y proporciones más elevadas de bacterias potencialmente proinflamatorias durante la regla.
Una esperanza para las mujeres que sufren
Este estudio piloto, aunque limitado en tamaño, edad y diversidad étnica, constituye un primer paso antes de realizar estudios de mayor envergadura sobre la asociación entre la intensidad del dolor durante la regla y la composición de la microbiota vaginal. Los investigadores plantearon la siguiente hipótesis: durante la regla, la degradación de los tejidos del endometrio libera compuestos (prostaglandinas) capaces de provocar contracciones musculares uterinas y un aumento de la sensibilidad que contribuye al dolor menstrual. Algunas bacterias de la microbiota vaginal podrían favorecer la liberación de estos compuestos y estimular la liberación de citocinas proinflamatorias, lo cual amplificaría los síntomas de la dismenorrea. Aunque estas hipótesis deben confirmarse, este estudio piloto subraya la importancia de tener en cuenta la dinámica de la microbiota vaginal durante el ciclo y las diferencias interindividuales. Estos conocimientos podrían contribuir al desarrollo de intervenciones personalizadas o de biomarcadores para prevenir la dismenorrea y mejorar la calidad de vida de las mujeres.
Chen CX, Carpenter JS, Gao X, et al. Associations Between Dysmenorrhea Symptom-Based Phenotypes and Vaginal Microbiome: A Pilot Study [published online ahead of print, 2021 Mar 13]. Nurs Res. 2021
Un estudio estadounidense evalúa por primera vez los cambios de comportamiento en niños que padecen trastornos del espectro autista (TEA) en relación con la composición de la microbiota intestinal a lo largo del tiempo.
La observación de una disbiosis intestinal y de problemas gastrointestinales es frecuente en los niños que padecen trastornos del espectro autista (TEA). Además, existen pruebas cada vez más contundentes que apoyan el papel de la microbiota intestinal en la modulación de la señalización cerebral, lo que comúnmente se llama el eje intestino-cerebro. Sin embargo, los trabajos de investigación centrados en la relación entre composición microbiana y TEA produjeron resultados contradictorios que subrayan la complejidad de esta enfermedad y la necesidad de establecer un protocolo de estudio más sofisticado. Con este objetivo, unos investigadores estadounidenses:
compararon la composición de la microbiota intestinal de pacientes jóvenes con un TEA con controles en Arizona y Colorado, para comprender si la localización geográficas podía tener un impacto en la microbiota intestinal.
efectuaron un (sidenote:
Los individuos procedentes de Arizona no participaron en el estudio longitudinal.
) para evaluar las relaciones entre los síntomas gastrointestinales, la alimentación, la composición de la microbiota intestinal y la severidad de los síntomas comportamentales.
Efectos de la localización geográfica sobre la microbiota
Los investigadores demostraron que la composición de la microbiota intestinal difería entre los pacientes de Arizona y Colorado: los niños de Arizona presentaban una diversidad mayor que los de Colorado. Una sorpresa para los investigadores, que habían utilizado los mismos métodos de recogida de heces, extracción del ADN y secuenciación. Mediante un nuevo análisis cruzado de muestras de Colorado realizado en Arizona, demostraron que el lugar de extracción del ADN no tenía influencia sobre la diversidad microbiana. Los investigadores demostraron también que los síntomas gastrointestinales eran más importantes en los pacientes con TEA que en los controles de Arizona, pero no los de Colorado. Según los investigadores, esto confirma la importancia del lugar del estudio en la composición de la microbiota intestinal y demuestra que estas diferencias de síntomas gastrointestinales en niños con TEA pueden explicar los resultados incoherentes publicados en la literatura científica.
Correlación entre el empeoramiento del lenguaje y la diversidad de la microbiota
El análisis longitudinal mostró una asociación entre el aumento de la severidad de los trastornos del comportamiento y las modulaciones de la microbiota intestinal. En especial, una disminución de la diversidad de la microbiota intestinal a lo largo del tiempo se relaciona con un aumento de la severidad de las alteraciones comportamentales: empeoramiento del lenguaje, letargo, retraimiento social en los individuos con TEA, etc. En cambio, los autores no observaron ninguna relación significativa entre los comportamientos asociados a los TEA y los síntomas gastrointestinales o la dieta. Según los autores, son necesarios estudios multicéntricos y longitudinales complementarios, con más participantes, para caracterizar las relaciones entre el TEA y la microbiota intestinal.
Un equipo francés del Centro de Infección e Inmunidad de Lille, en colaboración con el CEA, el INRAE, el Instituto Pasteur y el hospital Saint Antoine, demostró en el macaco que el SARS-CoV-2, el agente de la COVID-19, induce una disbiosis intestinal que persiste incluso después de la eliminación del virus.
La interacción estrechamente regulada entre la microbiota intestinal (MI) y el huésped influye en numerosas funciones fisiológicas, entre ellas la homeostasis inmunitaria. Un conjunto de datos preclínicos y clínicos demuestra que la composición de la microbiota intestinal se modifica de forma transitoria en el contexto de una infección respiratoria viral aguda. En el marco de la COVID-19, el estudio de la microbiota intestinal durante la infección muestra que el SARS-CoV-2 es más persistente si tiene receptores ACE2 también en el intestino, que el virus se observa en más del 25% de los pacientes infectados y que las alteraciones de la microbiota intestinal asociadas a la afectación pulmonar pueden influir en la severidad de la enfermedad. Este estudio preclínico es el primero que se interesa por los efectos de la cinética de la infección por el SARS-CoV-2 sobre los cambios dinámicos en la microbiota intestinal de macacos.
El macaco: un modelo adecuado de infección por SARS-CoV-2
Los datos en humanos de los que disponemos actualmente son muy importantes, pero no permiten seguir la evolución completa de la infección (es decir, desde antes de la contaminación hasta después de la resolución). Los investigadores completaron algunas piezas que faltaban del rompecabezas de la infección con la ayuda de dos especies de macacos (Macaca fascicularis y Macaca mulatta). Estos primates no humanos constituyen un modelo pertinente para el estudio de la COVID-19: el virus se replica en las vías respiratorias altas y bajas, e induce una enfermedad pulmonar y respiratoria sin provocar síntomas. Se infectó a dos macacos de cada especie por vía intranasal e intratraqueal. Se recogieron muestras sanguíneas (determinación de las citocinas) y de heces 9 días antes de la infección, el día de la infección y 3, 5, 7, 10, 13, 20 y 26 días después de la infección. Dos macacos presentaron diarrea transitoria a los 4 días.
COVID-19: una disbiosis persistente incluso después de la infección...
El análisis por secuenciación del gen del ARNr 16S muestra cambios significativos en la composición de la microbiota intestinal, con un pico a los 10-13 días de la infección. Podían persistir algunas alteraciones de la microbiota después de la eliminación del SARS-CoV-2 de las vías respiratorias superiores (virus indetectable en la rinofaringe y la tráquea a los 20 días, pero detectable en las heces en dos macacos), hasta los 26 días. Se observaron numerosos cambios en la cantidad de taxones bacterianos durante la infección, sobre todo a los 13 días. En especial, la abundancia relativa de Acinetobacter y de algunos géneros de la familia Ruminococcaceae mostró una correlación positiva con la presencia del virus en las vías respiratorias superiores.
… Y una microbiota intestinal con una actividad funcional alterada
Se aplicó una estrategia metabolómica para evaluar las consecuencias funcionales de las modificaciones de la microbiota intestinal asociadas a la infección. ¿Objetivo? Cuantificar tres de las categorías metabólicas más importantes derivadas de la microbiota: los ácidos grasos de cadena corta (AGCC), los ácidos biliares y los metabolitos del triptófano. Los niveles de AGCC se modificaban durante la infección, en especial entre el 2.° y el 13.° día. Además, se identificaron cambios en varios ácidos biliares y metabolitos del triptófano en los animales infectados. La abundancia relativa de varios taxones conocidos por ser productores de AGCC (principalmente de la familia Ruminococcaceae) mostró una correlación negativa con algunos marcadores inflamatorios sistémicos, mientras que varios miembros del género Streptococcus presentaron una estrecha correlación positiva con estos marcadores. Este estudio demuestra que una infección experimental por el SARS-CoV-2 en macacos favorece la disbiosis intestinal en términos de composición y actividad funcional. La persistencia de la disbiosis después de la resolución de la infección podría desempeñar un papel en las formas prolongadas de la COVID-19 que se han señalado en el ser humano.