Un estudio reciente demuestra que la exposición a los antibióticos a lo largo de los 6 primeros años de vida podría perturbar de forma prolongada la microbiota intestinal y afectar al desarrollo del niño.
Los recién nacidos que reciben antibióticos durante las primeras semanas de vida sufren una alteración de la composición de la microbiota intestinal. Sin embargo, se desconocen las consecuencias clínicas o microbiológicas a largo plazo de esta exposición. Dadas las relaciones de causa a efecto entre la microbiota intestinal y el crecimiento, la obesidad o las enfermedades metabólicas, los investigadores plantearon la hipótesis de que un tratamiento antibiótico durante los primeros días de vida puede ejercer un efecto duradero sobre el crecimiento del niño al perturbar el proceso natural de colonización de la microbiota intestinal.
Un desarrollo alterado…
Un estudio realizado en 12 422 niños nacidos de un embarazo único a término aporta muchas enseñanzas. Los lactantes estudiados no presentaban ninguna anomalía conocida que pudiera afectar al crecimiento y no necesitaban un tratamiento antibiótico profiláctico prolongado. El 9,3% de los recién nacidos de esta cohorte recibieron (sidenote:
Combinación de bencilpenicilina y gentamicina por vía intravenosa en la mayoría de los lactantes.
) en los primeros 14 días de vida. En los recién nacidos expuestos, solo los varones presentaron un peso claramente inferior al de los niños no expuestos en los primeros 6 años de vida. También mostraron una estatura y un índice de masa corporal (IMC) significativamente más bajos entre los 2 y los 6 años. Este resultado se confirmó en una cohorte alemana de 1707 niños seguidos desde el nacimiento hasta los 5 años. En cambio, la exposición a los antibióticos a lo largo de los 6 primeros años de vida, pero excluyendo el período neonatal, se asoció a un IMC significativamente más elevado tanto en los varones como en las niñas.
Los antibióticos representan un extraordinario descubrimiento científico y salvan millones de vida, pero su uso excesivo e inadecuado ahora suscita grandes inquietudes para la salud, especialmente debido a la aparición de resistencia a los antibióticos y disbiosis. Leamos la página dedicada a esta cuestión.
Para estudiar el efecto de la exposición neonatal a los antibióticos sobre la microbiota intestinal, se recogieron muestras fecales a la edad de 1, 6, 12 y 24 meses en un nuevo grupo de 33 recién nacidos, 13 de los cuales recibieron bencilpenicilina y gentamicina por vía intravenosa en las primeras 48 horas de vida. El grupo de control estaba formado por 20 recién nacidos sanos que no recibieron antibióticos durante el periodo neonatal. Se analizó la microbiota fecal por secuenciación del gen del ARN ribosómico 16S. Se observaron diferencias significativas entre la composición de la microbiota intestinal de los grupos tratados con antibióticos y los grupos de control después de 1 mes y 6 meses, lo cual demuestra la persistencia del efecto de la exposición a los antibióticos sobre la microbiota. Además, el género Bifidobacterium resultó ser el más afectado y se observó una reducción de su abundancia hasta 24 meses después de la exposición de los lactantes.
¿Qué es la Semana mundial de concienciación sobre la RAM?
Esta campaña, que tendrá lugar del 18 al 24 de noviembre, alienta al público general, a los profesionales sanitarios y a los responsables a hacer un uso razonable de los antimicrobianos para evitar el desarrollo de resistencia a los antimicrobianos.
Papel de la disbiosis intestinal
A fin de estudiar las relaciones de causa y efecto entre la exposición neonatal a los antibióticos, la disbiosis intestinal y el impacto sobre el desarrollo de los niños, los investigadores realizaron un estudio complementario en (sidenote:
Ratones axénicos
Ratones sin gérmenes, criados en medio estéril.
). Estos ratones recibieron un trasplante de microbiota fecal (TMF) de lactantes 1 mes y 2 años después de la exposición neonatal a los antibióticos. Se observó una reducción significativa del aumento de peso en los ratones macho que recibieron un TMF de los lactantes 1 mes y hasta 2 años después de la exposición neonatal, en comparación con los ratones no expuestos. En cambio, no se vio afectado el crecimiento de los ratones hembra. Estos datos sugieren que la relación de causalidad potencial entre la exposición a los antibióticos en los 6 primeros años de vida y los trastornos del crecimiento durante la infancia podría deberse a la disbiosis intestinal generada durante el desarrollo de la microbiota intestinal.
Dos estudios recientes, que se interesaron en la composición de la microbiota intestinal y su metabolismo, abren nuevas perspectivas para el diagnóstico y el tratamiento de los estados depresivos.
Estos últimos años, numerosos estudios examinaron la relación entre la disbiosis intestinal y la depresión, una afección que afecta a más de 300 millones de personas en el mundo. Dos nuevos estudios acaban de confirmar el papel de la microbiota intestinal en la depresión.
El sistema endocannabinoide, enlace entre la depresión y la microbiota intestinal
En un estudio realizado conjuntamente por el Instituto Pasteur, el CNRS y el INSERM, se sometió a ratones no tratados previamente (naive) a un trasplante de microbiota fecal (TMF) de ratones sanos o de ratones a los que se había provocado una depresión mediante el modelo de estrés leve crónico impredecible (UCMS). Después, se analizaron la microbiota intestinal, el metabolismo de los ácidos grasos poliinsaturados, así como la neurogénesis en el hipocampo (región cerebral que desempeña un papel importante en el desarrollo de síntomas depresivos). Este estudio indica que los síntomas de los ratones UCMS (en los que se observó una disminución de la neurogénesis en el hipocampo y trastornos del humor) se transferían a los ratones trasplantados. El análisis metabolómico de estos ratones demuestra una alteración del metabolismo de los ácidos grasos: específicamente, déficits de precursores lipídicos de los cannabinoides endógenos, lo que podría inducir una modificación de la actividad del sistema endocannabinoide en el cerebro, y conducir a la depresión. El aumento de los cannabinoides endógenos, ya sea por bloqueo farmacológico de las enzimas que los degradan, o por la dieta, produce una disminución de los síntomas depresivos en los ratones que recibieron un TMF de ratones UCMS. Este aumento de los cannabinoides endógenos induce también un restablecimiento de la neurogénesis en el hipocampo de estos ratones. Por último, en los ratones UCMS y los receptores, se observó una disbiosis intestinal caracterizada por una disminución de la abundancia de Lactobacillus. El aporte alimentario de una cepa de Lactobacillus de los ratones UCMS restauraría también los niveles de cannabinoides endógenos del cerebro y la neurogénesis en el hipocampo, reduciendo así los trastornos del humor. Estos trabajos en roedores proponen un nuevo mecanismo para explicar el papel de la microbiota intestinal en la depresión a través del sistema de cannabinoides endógenos. Este estudio también nos enseña que las intervenciones dietéticas o el aporte de probióticos podrían ser eficaces para luchar contra los síntomas de esta enfermedad.
Biomarcadores intestinales: ¿hacia un diagnóstico más preciso?
En un segundo estudio sinoestadounidense, los investigadores identificaron 3 bacteriófagos, 47 especies bacterianas y 50 metabolitos cuya abundancia fecal difería en una primera cohorte constituida por 118 pacientes con un trastorno depresivo mayor (TDM) y no tratados, en comparación con 118 sujetos sanos. El análisis de una segunda cohorte de validación (38 pacientes con un TDM tratados frente a 38 individuos sanos) demostró que el uso de 6 biomarcadores (2 bacterias, 2 fagos y 2 metabolitos) permitía discriminar con una precisión superior al 90% entre los pacientes que padecían un TDM y los sujetos sanos, en las dos cohortes. Por último, los investigadores demostraron que la concentración fecal de GABA y de algunos de sus metabolitos estaba reducida en los pacientes con un TDM. Estos resultados sugieren que la concentración fecal de GABA de los pacientes podía ser modulada por un panel de bacterias intestinales, que, a su vez, podrían participar colectivamente en el desarrollo de un TDM. Estos resultados abren nuevas perspectivas de comprensión de la patogenia de la enfermedad. También ayudan a mejorar el diagnóstico del TDM, actualmente erróneo o incompleto, basándose en la microbiota intestinal.
Gracias a una cartografía precisa de los microorganismos y compuestos que conforman la microbiota intestinal, un equipo de investigadores desarrolló un nuevo método de diagnóstico del trastorno depresivo mayor.
La microbiota intestinal se compone de distintos microorganismos que sintetizan compuestos llamados metabolitos, los cuales son imprescindibles para el correcto funcionamiento del cuerpo humano. Durante la última década, los investigadores demostraron que existe una relación entre las alteraciones de la microbiota y distintas enfermedades, entre las cuales figura el trastorno depresivo mayor (TDM), una afección psiquiátrica con graves consecuencias sociales. Un estudio reciente confirma esta relación y profundiza en el tema utilizando la microbiota intestinal como herramienta de diagnóstico.
Topografía más precisa de la microbiota
Ante la falta de biomarcadores fáciles de medir, el diagnóstico del TDM suele basarse exclusivamente en una entrevista con el paciente, por lo que a menudo resulta erróneo o incompleto. Con el objetivo de obtener una imagen precisa de la microbiota intestinal de pacientes depresivos, los investigadores examinaron las bacterias, los virus y sus metabolitos respectivos en las heces de un centenar de pacientes con TDM y un centenar de controles sanos. Según ellos, estos biomarcadores, en complemento de entrevistas clínicas, podrían ayudar a diagnosticar la depresión. El análisis realizado en una segunda cohorte indicó que el uso de estos biomarcadores permitía discriminar a los pacientes con TDM con una precisión superior al 90% en ambas cohortes.
¿El eje intestino-cerebro en el centro de la depresión?
La cartografía también reveló que en las heces de pacientes con TDM se midieron cantidades más bajas de GABA, un neurotransmisor que reduce la actividad cerebral. Según los investigadores, esta reducción modulada por la composición bacteriana diferente de la microbiota de estos pacientes podría estar implicada en el desarrollo del TDM. Los autores plantean la hipótesis de una posible correlación entre la menor concentración intestinal de GABA y una disfunción de este neurotransmisor en el cerebro de los pacientes con TDM, hipótesis que tendería a confirmar el papel del eje intestino-cerebro en el trastorno depresivo mayor. Así pues, este estudio representa una nueva esperanza en el diagnóstico del TDM.
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Bibliografia:
Yang J, Zheng P, Li Y et al. Landscapes of bacterial and metabolic signatures and their interaction in major depressive disorders. Sci Adv. 2020 Dec 2;6(49):eaba8555. doi: 10.1126/sciadv.aba8555
¿Un fruto rico en grasa con virtudes dietéticas? Al modificar la microbiota intestinal, el aguacate, reconocido por sus virtudes cardiovasculares, podría ayudar a las personas con sobrepeso u obesas a eliminar la grasa ingerida.
A pesar de su alto contenido de grasa y su aporte calórico elevado, el aguacate podría ser un buen aliado para adelgazar. El secreto reside en su elevado contenido de fibra y ácidos grasos monoinsaturados, que aumentan la sensación de saciedad y reducen la concentración de grasa en la sangre. Pero ¿qué impacto tiene su consumo sobre las bacterias de la microbiota intestinal y los productos procedentes de la fermentación de los alimentos ingeridos, en especial en las personas obesas o con (sidenote:
El sobrepeso se define por un índice de masa corporal (IMC) incluido entre 25 y 30; la obesidad corresponde a un IMC > 30.
)?
Un aguacate al día durante 3 meses
Para responder a esta pregunta, un equipo de investigadores siguió durante 12 semanas a 157 adultos de 25 a 45 años que padecían (sidenote:
El sobrepeso se define por un índice de masa corporal (IMC) incluido entre 25 y 30; la obesidad corresponde a un IMC > 30.
) u obesidad, pero sanos en otros aspectos, distribuidos en dos grupos. Todos debían consumir una vez al día, en sustitución del desayuno, el almuerzo o la cena, una comida proporcionada por los investigadores; solo la comida de uno de los dos grupos incluía un aguacate, cuyo contenido calórico se compensaba con otro alimento en la del otro grupo. Excepto por este fruto, los ingredientes de la comida obligatoria eran similares en más del 90%. Los participantes recibieron instrucciones de conservar sus hábitos alimentarios y respetar las raciones diarias en las otras comidas. Más grasa en las heces y menos en el organismo
Más grasa en las heces y menos en el organismo
Resultados: en el grupo del aguacate, el aporte de ácidos grasos monoinsaturados («grasa beneficiosa») fue 20 g mayor, mientras que el de fibra fue 14 g mayor. Los participantes también ingirieron 300 kcal más al día. ¡Sin embargo, al finalizar el estudio, su peso no había aumentado ni un gramo! En cambio, su microbiota intestinal se había diversificado y enriquecido con bacterias capaces de degradar la fibra. Por otra parte, sus heces contenían menos ácidos biliares (moléculas producidas por el aparato digestivo que permiten absorber la grasa) y más grasas. Al modificar la microbiota intestinal, el consumo de aguacate influye sobre el metabolismo del huésped y aumenta la eliminación de grasa, concluyen los autores, que ya imaginan nuevas estrategias dietéticas para mejorar la salud de las cada vez más numerosas personas con sobrepeso u obesas.
Thompson S. V., Bailey M.A., Taylor A.M. et al. Avocado Consumption Alters Gastrointestinal Bacteria Abundance and Microbial Metabolite Concentrations among Adults with Overweight or Obesity: A Randomized Controlled Trial. J Nutr 2020;00:1–10.
La composición de la leche materna humana y el desarrollo de la microbiota intestinal durante las primeras semanas de vida parecen intrínsecamente relacionados entre sí e influyen en el riesgo de enterocolitis necrosante en los prematuros.
La enterocolitis necrosante (EN), causa importante de mortalidad y morbilidad grave en los prematuros nacidos antes de las 32 semanas de gestación, es una enfermedad gastrointestinal compleja. Se desconocen los mecanismos subyacentes y el diagnóstico resulta difícil debido a la falta de síntomas específicos y pruebas disponibles. Sin embargo, algunos oligosacáridos de la leche materna ( (sidenote: Human Milk Oligosaccharide)), como la disialilacto-N-tetraosa (DSLNT), parecen tener efectos protectores. De ahí este estudio, centrado en las interacciones entre el perfil de HMO materno y el desarrollo de la microbiota intestinal del lactante, y su asociación con la aparición de EN.
Leche materna: un umbral crítico de oligosacáridos
La concentración de un solo oligosacárido, DSLNT, fue más baja en la leche materna recibida por los 33 lactantes con EN en comparación con los 37 controles emparejados. Un umbral de 241 nmol/ml permite predecir la EN en estos niños (sensibilidad y especificidad de 0,9); en una cohorte de validación, el 100% de los niños con EN resultaron correctamente clasificados, pero solo el 60% de los controles. No obstante, la cohorte estudiada era muy homogénea, con una sobrerrepresentación de las poblaciones caucásicas. Además, el umbral observado podría depender de factores genéticos, geográficos, étnicos o estacionales, lo cual señala la necesidad de estudios multicéntricos complementarios.
Retraso en la evolución de la microbiota
Por otra parte, la secuenciación metagenómica de las heces (n = 644) de un (sidenote:
Secuenciación limitada a 48 lactantes por motivos económicos, ya que se obtuvieron numerosas muestras de cada niño.
) (14 EN y 34 controles) reveló una menor abundancia relativa de Bifidobacterium longum y una mayor abundancia de Enterobacter cloacae en los lactantes enfermos. El desarrollo de la microbiota se ve afectado por una baja concentración de DSLNT en la leche materna; esta no solo parece retrasar la evolución de la microbiota hacia los tipos de comunidades microbianas generalmente observados en los lactantes de mayor edad, sino que se acompaña de una menor abundancia de especies del género Bifidobacterium, una bacteria generalmente asociada a la buena salud de los prematuros.
¿Mañana, biomarcadores y probióticos?
Por último, un análisis de datos confirma la posibilidad de identificar a los lactantes con riesgo de EN en función de la composición de la leche materna recibida, siendo este criterio ligeramente superior a los perfiles metagenómicos de la microbiota. La combinación de estos dos criterios ( (sidenote:
La concentración de DSLNT en la leche materna fue relativamente estable en el tiempo.
) + metagenoma antes de la enfermedad) permite discriminar entre los niños sanos y los niños con EN con una precisión del 87,5%.
Estos resultados revelan blancos potenciales para el desarrollo de biomarcadores, la estratificación del riesgo de enfermedad y estrategias de modulación de la microbiota que podrían prevenir la EN del lactante. No obstante, son necesarios más estudios, entre otros para comprender los mecanismos subyacentes: ¿será la modulación de la microbiota el único modo de acción de la DSLNT? O bien, ¿actúa directamente sobre el huésped, modificando la respuesta inmunitaria y reduciendo la inflamación que conduce a la necrosis?
La microbiota intestinal podría estar implicada en la severidad de la COVID-19 y el desequilibrio intestinal podría persistir después de la eliminación del virus. Sin embargo, no conviene sacar conclusiones precipitadas ya que solo se trata de resultados preliminares que requieren confirmación.
Desde el inicio de la pandemia de COVID-19, se han observado síntomas digestivos, sobre todo diarrea, en algunos pacientes. Esto ha incitado a los investigadores a analizar en detalle la microbiota intestinal de los pacientes para determinar si las bacterias, hongos y virus que viven en nuestras entrañas tienen un impacto sobre nuestras defensas inmunitarias. Aunque los resultados de un nuevo estudio realizado en Hong Kong parecen confirmar la relación entre la microbiota intestinal y la infección, serán necesarios otros estudios para confirmar estas conclusiones ya que se obtuvieron en plena acción, a principios de 2020, y adolecen de varias limitaciones metodológicas.
Disbiosis en los pacientes afectados
¿Qué nos dice este estudio realizado en pacientes de COVID-19 más bien jóvenes (edad media de 36,4 años) y con formas a menudo poco severas (47 casos leves, 45 moderados, (sidenote:
El 34% de los pacientes recibían antibióticos y el 31% presentaban comorbilidades (hipertensión, hiperlipidemia, alergias…).
))?1 En primer lugar, estos pacientes podrían presentar un desequilibrio de la microbiota intestinal (disbiosis) en comparación con las personas sanas. Su microbiota incluiría una cantidad insuficiente de ciertas bacterias que son beneficiosas para la regulación de la inmunidad. En segundo lugar, cuanto más severa era la enfermedad y mayor la cantidad de marcadores de la inflamación en la sangre de los pacientes, más desequilibrada parecía la microbiota intestinal. Es como si la microbiota intestinal desempeñara un papel en la regulación de la enfermedad mediante un ajuste de los procesos inflamatorios. Sin embargo, falta confirmar este mecanismo ya que el estudio no permite concluir si la disbiosis es la causa o la consecuencia de la severidad de los síntomas observados.
¿Un virus que desaparece y una disbiosis que persiste?
Otra observación de los investigadores: la disbiosis intestinal, que parecía acentuada por los antibióticos, podía persistir incluso después de la eliminación del virus del organismo. De ahí la siguiente hipótesis por confirmar: el desequilibrio de la microbiota intestinal podría participar en los síntomas persistentes observados en algunos pacientes.
Yeoh YK, Zuo T, Lui GC, et al. Gut microbiota composition reflects disease severity and dysfunctional immune responses in patients with COVID-19. Gut. 2021 Apr;70(4):698-706.
La microbiota intestinal podría estar implicada en la severidad de la COVID-19 a través de la modulación de la respuesta inmunitaria. Incluso después de la eliminación del virus, la disbiosis puede persistir en los pacientes infectados.
Aunque la COVID-19 es una afección principalmente respiratoria, algunos estudios recientes han puesto de manifiesto la implicación de la microbiota intestinal. Un nuevo estudio efectuado a principios de 2020 tiende a confirmar esta hipótesis. Se realizó en 100 pacientes de COVID-19 de dos hospitales de Hong Kong (edad media de 36,4 años; 47 casos leves, 45 moderados, 5 severos y 3 críticos) y 78 controles seleccionados antes de la epidemia. Objetivos: buscar una relación entre la microbiota intestinal y la severidad de los casos, y evaluar la persistencia de una posible disbiosis después de la eliminación del virus.
Disbiosis intestinal en los pacientes de COVID-19
La composición de la microbiota intestinal de 87 pacientes cuyas heces se habían recogido durante su estancia en el hospital mostraba una disbiosis (mayor abundancia de especies pertenecientes al filo Bacteroidetes y menor abundancia de Actinobacteria), en comparación con los controles y, según los autores, independientemente de la administración de antibióticos. Esta composición pareció asociarse con la severidad de la enfermedad y el tratamiento con antibióticos (34% de los pacientes) fue el segundo factor implicado en la severidad de la infección. Algunas bacterias inmunorreguladoras (Faecalibacterium prausnitzii, Bifidobacterium bifidum) mostraron una correlación negativa con la severidad, después de las correcciones por el uso de antibióticos y la edad. Sin embargo, el diseño del estudio (gestión clínica heterogénea, 31% de los pacientes con comorbilidades...) no permite, por el momento, confirmar los resultados obtenidos.
Una respuesta inmunitaria asociada
Además, esta disbiosis presentaba una correlación con concentraciones más elevadas de citocinas inflamatorias y otros (sidenote:
Proteína C reactiva, lactato-deshidrogenasa, aspartato-aminotransferasa y gamma-glutamiltransferasa.
). Por lo tanto, la composición de la microbiota intestinal podría estar vinculada con la amplitud de la respuesta inmunitaria a la COVID-19 y a las lesiones tisulares asociadas, y desempeñar un papel en la regulación de la severidad de la enfermedad. Sin embargo, según los autores, hay otra explicación posible: la disbiosis observada podría simplemente ser una repuesta al estado de salud e inmunitario de los pacientes, en vez de participar directamente en la severidad de la enfermedad.
Disbiosis persistente incluso después de la eliminación del virus
Además, la composición de la microbiota intestinal de 27 pacientes analizada hasta 30 días después de la eliminación del virus fue diferente de la de los controles: mayor abundancia de B. dentium y Lactobacillus ruminis, y menor abundancia de Eubacterium rectale, Ruminococcus bromii, F. prausnitzii y B. longum. Esto se observó tanto en los pacientes que habían recibido antibióticos (14 pacientes) como en los que no (13), aunque este tratamiento tendió a acentuar la diferencia. Según los autores, esta disbiosis podría participar en la persistencia de los síntomas. No obstante, sería necesario un seguimiento más prolongado (3 meses a 1 año después de la eliminación del virus) para confirmar la relación entre la disbiosis y los síntomas persistentes.
Existe una relación natural entre la biodiversidad y la microbiota. Un estudio finlandés –el primero de este tipo– demuestra los efectos beneficiosos de la naturaleza sobre la microbiota cutánea e intestinal de los niños pequeños y sobre su inmunidad.
Es el reverso de la moneda de las sociedades modernas, ávidas de asfalto, detergentes, antibióticos y alimentos transformados: la microbiota cutánea e intestinal, que participa en nuestra salud y en nuestra inmunidad, se resiente. Debido a las agresiones externas y a una renovación inadecuada por falta de contacto con una diversidad suficiente de microbios, se puede romper el equilibrio de la microbiota, lo cual podría explicar la explosión actual de enfermedades del sistema inmunitario. ¿Y si bastara con sustituir el asfalto por más naturaleza para reforzar nuestras microbiotas? Es lo que sugiere un estudio finlandés realizado con 75 niños de 3 a 5 años que siguió un enfoque original: los investigadores “vegetalizaron” algunas guarderías de la ciudad (grava recubierta de césped, tierra procedente del bosque, bloques de turba para escalar, plantas) para observar el efecto de este entorno enriquecido en microorganismos.
El contacto con la naturaleza refuerza las microbiotas
Los resultados no dejan lugar a dudas. Después de tan solo 28 días y 90 minutos diarios en el exterior, se había reforzado la microbiota de los 36 pequeños finlandeses de los cuatro centros «potenciados con naturaleza», con un aumento de la diversidad y la cantidad de ciertas bacterias beneficiosas. El cambio fue tan drástico que la microbiota de la piel se volvió comparable a la de los otros 23 niños que acudían todo el año a guarderías que los llevaban cada día al bosque. Se observó la misma tendencia en el intestino: la microbiota de los niños de los centros vegetalizados evolucionó rápidamente hacia una mayor abundancia de bacterias productoras de ácidos grasos beneficiosos.
Inmunidad: ¡el poder de la biodiversidad!
Mejor aún, el sistema inmunitario de los niños también evolucionó hacia un perfil menos inflamatorio. Por lo tanto, todo parece sugerir que la introducción de la naturaleza en la guardería es beneficiosa para el sistema inmunitario de los pequeños; en contacto con los microorganismos de la tierra y los vegetales, sus defensas pueden desarrollarse de manera más equilibrada. Ahora ya no tiene ningún motivo para prohibir a sus hijos que escarben en la tierra o que se revuelquen en la hierba: ¡es bueno para su salud!
La microbiota del líquido duodenal de los pacientes que padecen un adenocarcinoma ductal de páncreas –un cáncer muy agresivo– podría reflejar el riesgo tumoral de los pacientes. Esto permite esperar una detección más temprana de este cáncer.
El adenocarcinoma ductal de páncreas (ADP), tercera causa de fallecimiento por cáncer en Estados Unidos, con un porcentaje de supervivencia del 9% a los 5 años, es un cáncer temible. Varios estudios anteriores demostraron que la microbiota tumoral de los pacientes con ADP contienen bacterias normalmente presentes en el tracto gastrointestinal superior que, por lo tanto, habrían migrado desde el duodeno. De ser así, el líquido duodenal podría representar una muestra biológica interesante para caracterizar los perfiles microbianos de los pacientes afectados o con riesgo de ADP. De ahí este estudio monocéntrico de casos y controles que comparó los perfiles bacterianos y fúngicos del líquido duodenal de pacientes sometidos a endoscopia: 134 controles con un páncreas normal, 98 pacientes con uno o más quistes pancreáticos y 74 pacientes con un ADP.
Disbiosis de los pacientes con ADP
En los pacientes con ADP, los niveles de ADN bacteriano y fúngico del líquido duodenal eran más elevados que en los controles, incluso después de efectuar correcciones por la edad, el tabaquismo y el uso de (sidenote:
inhibidores de la bomba de protone
). Además, su diversidad microbiana estaba reducida y el género Bifidobacterium era más abundante. Las bacterias Fusobacterium, Rothia y Neisseria eran más abundantes en los pacientes con ADP cuya supervivencia fue corta.
El efecto de los IBP no debe pasarse por alto: en los controles, el uso regular de IBP reduciría la diversidad de la microbiota. Estos tratamientos también produjeron un aumento de las bacterias de predominio oral, como Streptococcus y Fusobacterium, estas últimas asociadas a varios tipos de cáncer, entre ellos el ADP.
Alteración de la micobiota
En los pacientes con uno o más quistes pancreáticos, los perfiles bacterianos del líquido duodenal no diferían significativamente de los controles. En cambio, la micobiota sí era diferente: más ascomicetos y menos basidiomicetos y Malassezia. Los pacientes con ADP presentaban una menor abundancia de Saccharomyces que los pacientes con uno o más quistes pancreáticos.
¿Estratificar el riesgo de cáncer?
El estudio sugiere que las microbiotas bacteriana y fúngica del líquido duodenal son distintas según los pacientes (con cáncer de páncreas, quistes pancreáticos o páncreas normal). Estas disbiosis características permiten contemplar la posibilidad de definir perfiles para estratificar mejor el riesgo de cáncer de páncreas de los pacientes sometidos a control pancreático. Sin embargo, antes de sacar conclusiones definitivas, son necesarios otros estudios, más amplios y que incluyan a otras poblaciones y regiones.
Criarse en una granja podría tener un efecto protector contra el asma. El periodo crítico se sitúa durante los 12 primeros meses de vida gracias, al menos en parte, al entorno beneficioso para la microbiota intestinal y a la existencia de un eje intestino-pulmón.
En estos tiempos en los que mucha gente de zonas urbanas piensa en mudarse al campo, una publicación reciente les incitará todavía más a hacerlo ya que muestra que criarse en una granja protege contra el asma. Los autores ya habían mostrado en un estudio anterior que algunos microorganismos del entorno interior del hogar tenían un papel protector. En este nuevo estudio, se interesaron en un periodo clave del desarrollo de los niños, a saber, el primer año de vida. Incluso antes de que nuestros peques cumplan su primer año, su exposición al entorno externo podría modelar el desarrollo de su microbiota intestinal, con posibles consecuencias a largo plazo, entre las cuales figura el riesgo de desarrollar asma.
Granja 1, asma 0
Para comprobar su hipótesis, los investigadores realizaron el seguimiento de una población de cerca de 1000 niños de zonas rurales de Europa, de los cuales la mitad había nacido en la granja y el 8% se había vuelto asmático entre el nacimiento y la edad de 6 años. Se tomaron muestras de heces a los 2 y 12 meses y se evaluaron las modificaciones ocurridas en la microbiota intestinal durante ese periodo.
Vida de campo, hombre sano: maduración de la microbiota
Los resultados lo confirman:pasar el primer año de vida en la granja reduce el riesgo de desarrollar asma más tarde durante la niñez. ¿Como explicar este fenómeno? El 19% del efecto protector del entorno «campesino» parece asociarse con la maduración de la microbiota intestinal. Los investigadores incluso lograron identificar determinados grupos bacterianos especialmente implicados que fabrican un compuesto beneficioso -el butirato- conocido por sus propiedades antiinflamatorias. Por otra parte, si bien ninguna bacteria destacó por su efecto protector, otras se asociaron con un mayor riesgo de asma.
Estos resultados confirman el concepto según el cual existe un eje de comunicación entre el intestino y los pulmones, similar al famoso eje intestino-cerebro, y alientan a adoptar medidas para prevenir enfermedades respiratorias y alérgicas durante el primer año de vida. Quizás estos resultados también inciten a algunas familias urbanas a responder a la llamada del campo o al menos a adoptar un estilo de vida menos «higienista».