Una revisión de la literatura científica publicada en agosto de 2021 en la revista Nutrients plantea la hipótesis de una organización de la microbiota humana en forma de red interconectada en torno al tubo digestivo y entre diferentes regiones del cuerpo. El estudio sugiere que una disbiosis en un órgano puede desequilibrar otras microbiotas y contribuir al desarrollo de múltiples enfermedades.
Se sabe que la microbiota humana es un protagonista clave de la salud de quien la alberga. Se reparte entre tubo digestivo (70%), piel, vías respiratorias, orofaringe, vías urinarias y genitales. Estas microbiotas están compartimentadas y albergan microorganismos diferentes. Sin embargo, la disbiosis de un sistema parece tener repercusiones a distancia y producir enfermedades metabólicas, inflamatorias, inmunitarias, neoplásicas, cognitivas, degenerativas y genéticas. Los autores de esta revisión se interesaron por los diferentes ejes de comunicación entre las distintas localizaciones de la microbiota humana, con el fin de explorar la relación entre disbiosis y enfermedad.
La microbiota: ¿un sistema de ejes de comunicación centrado en la microbiota intestinal?
Varios estudios describen una asociación entre disbiosis intestinal y enfermedades respiratorias: infecciosas (tuberculosis, neumopatía), genéticas (fibrosis quística), inflamatorias (asma, EPOC) y neoplásicas. La microbiota intestinal difiere según las enfermedades, pero siempre se observa la proliferación de Proteobacteria y Firmicutes. El virus SARS-CoV-2, por su parte, se asocia a una disbiosis intestinal que puede persistir después de la curación.
Eje intestino-hígado
Según un estudio, más del 50% de los pacientes cirróticos presentan una proliferación microbiana en el intestino delgado (SIBO) acompañada de endotoxemia.
Eje intestino-piel
Varios estudios revelan una relación entre alteración de la microbiota intestinal y prevalencia de dermatitis inflamatorias y psoriasis.
Eje intestino-boca
Algunos estudios muestran una disbiosis oral en los pacientes con cáncer colorrectal y cirrosis hepática, cuyo origen podría ser una migración de bacterias periodontales hacia el intestino. La disbiosis oral y digestiva también podría asociarse a enfermedades sistémicas, sobre todo la poliartritis reumatoide y el lupus.
Eje boca-pulmón
La microbiota respiratoria se forma principalmente a raíz de la migración de microorganismos orofaríngeos durante las primeras semanas de vida. Varios estudios asocian disbiosis oral con asma y neumopatía. Por otra parte, el SARS-CoV-2 se acumula en la cavidad orofaríngea y provoca un desequilibrio. Los pacientes de COVID-19 hospitalizados en la UCI podrían estar expuestos a un mayor riesgo de superinfección pulmonar por bacterias procedentes de la microbiota oral.
Eje vagino-urinario
Dado que las microbiotas urinaria y vaginal son adyacentes y se comunican, comparten numerosas bacterias. Según un estudio, se observa una alteración de la microbiota urinaria en caso de vaginosis.
Eje oral-genital-rectal
En la mujer, las microbiotas rectal y vaginal están conectadas entre sí. Determinados tipos de microbiota rectal podrían ser factores de riesgo de vaginosis bacteriana. En el hombre, se observan alteraciones de la microbiota seminal en pacientes infértiles, acompañadas de modificaciones de la microbiota rectal. Las microbiotas de los órganos genitales del hombre y la mujer se comunican durante las relaciones sexuales. Varias investigaciones asocian microbiota y riesgo de transmisión de ITS. La microbiota del pene también podría influir en la aparición de vaginosis bacteriana. Otros estudios sugieren la implicación de otra microbiota –la microbiota oral– en la aparición de la vaginosis bacteriana. En estas pacientes se observa con frecuencia una disbiosis oral y vaginal.
Mecanismos de comunicación entre las microbiotas
Varios mecanismos (que no se excluyen mutuamente) podrían explicar la interconexión entre las diferentes microbiotas:
Difusión sistémica de metabolitos inmunomoduladores procedentes de la fermentación de fibras alimentarias, en especial ácidos grasos de cadena corta (AGCC). A partir de la circulación sanguínea, estos metabolitos podrían llegar a otras microbiotas. Por ejemplo, la acumulación de AGCC en las vías respiratorias podría ser responsable de inflamación pulmonar e hipersensibilidad a los alérgenos.
Circulación sistémica de fragmentos bacterianos, sobre todo vesículas bacterianas extracelulares.
Migración de bacterias enteras:
Por contigüidad (por ejemplo, entre cavidad oral y vías respiratorias o entre vías urinarias y genitales).
Por paso sistémico en caso de pérdida de integridad de una barrera epitelial (por ejemplo, translocación intestinal).
Nuevas pistas para la investigación
Los autores concluyen su análisis destacando la necesidad de realizar nuevas investigaciones para esclarecer las interconexiones de la microbiota, en especial la relación de causalidad o de consecuencia entre disbiosis y enfermedad. Las investigaciones multiómicas que abarquen datos globales (genomas, transcriptomas, metabolomas, proteomas, microbiomas, fenotipos) permitirán comprender mejor las relaciones entre las microbiotas, los órganos que las albergan y las enfermedades humanas, abriendo el camino a nuevas estrategias terapéuticas.
En el transcurso de la vida in utero podría producirse una menor maduración de la microbiota intestinal capaz de afectar al desarrollo inmunitario. Esto podría facilitar la identificación precoz de los lactantes con riesgo alérgico. ¿Y quizá también prevenir el desarrollo de una predisposición a las alergias?
La maduración de la microbiota intestinal comienza inmediatamente después del nacimiento. Esta maduración continúa durante los primeros años, en paralelo con la del sistema inmunitario. Ahora bien, el establecimiento de la microbiota intestinal y el desarrollo inmunitario están implicados en las alergias y se sospecha que ciertos factores prenatales influyen en cada uno de ellos. El meconio, primeras heces del lactante, contiene los metabolitos producidos in utero. Es un reflejo de las influencias perinatales puesto que se forma a partir de las 16 semanas de gestación y representa también el sustrato a partir del cual se forma la microbiota inicial del niño. De ahí este estudio, que pretende relacionar los marcadores metabólicos del meconio con la maduración de la microbiota y el desarrollo del sistema inmunitario.
Menos maduración, más atopia
Después de analizar (ARNr 16 S) las heces obtenidas a los 3 meses y 1 año en 950 niños de la cohorte canadiense (sidenote:
cohorte del estudio canadiense CHILD
Estudio prospectivo Canadian Healthy Infant Longitudinal Development que incluyó a niños reclutados antes del nacimiento entre 2008 y 2012
), los investigadores realizaron un primer análisis: la microbiota intestinal de los futuros alérgicos era menos madura, incluso antes de la aparición de la atopia. Los 212 lactantes que desarrollaron atopia un año después presentaban, a los 3 meses, una microbiota menos madura que los lactantes que no se volvieron atópicos. En los lactantes atópicos se observó una menor abundancia relativa de 13 de los 15 taxones más implicados en la maduración de la microbiota.
Influencia de la exposición prenatal
Para comprender el origen de esta diferencia de maduración, los investigadores se remontaron en el tiempo y analizaron muestras de meconio en un subgrupo de 100 niños. Observaron una menor diversidad bacteriana en los futuros atópicos. La diversidad metabólica también estaba reducida, con menos moléculas asociadas al metabolismo de aminoácidos, vitaminas y hormonas. Esto sugiere que podrían existir, desde el nacimiento, diferencias capaces de influir en el desarrollo de la microbiota y, a fin de cuentas, en el desarrollo inmunitario. La atopia a 1 año se asocia a la vez a un meconio metabólicamente menos rico al nacer y a una reducción de la diversidad y maduración de la microbiota al principio de la vida. Esto sugiere un posible modo de acción: las bacterias metabolizan y fermentan los metabolitos del meconio, reflejo de la exposición prenatal. Así pues, la vida in utero ejerce una influencia en la microbiota intestinal al principio de la vida y, con ello, en el desarrollo inmunitario.
Si se comprendiera mejor los factores prenatales que determinan la composición del meconio, así como los efectos directos e indirectos de sus metabolitos sobre el desarrollo inmunitario y la colonización bacteriana en los recién nacidos, se podría prevenir el desarrollo de predisposición a las alergias. Se podría incluso predecir el riesgo gracias a marcadores metabólicos, aunque los primeros ensayos de los investigadores (que combinan datos del meconio y datos clínicos de la madre y el niño) produjeron resultados esperanzadores pero todavía demasiado imprecisos.
En la actualidad, dos males están gangrenando el mundo de la edición científica, imprescindible para compartir los resultados de la investigación: las revistas depredadoras y las fábricas de artículos.
¡Sumerjámonos en este mundo desalmado!
En la investigación, la publicación de artículos científicos permite a los investigadores compartir sus descubrimientos. Un sistema de revisión cruzada garantiza la calidad de los trabajos publicados: todos los artículos científicos de una revista digna de este nombre son revisados por otros expertos en el campo, que pueden rechazar la publicación si la consideran errónea o sin interés, pedir al autor que lo mejore, etc. Pero...
Las revistas depredadoras (predatory journals)
Existen revistas que de eso solo tienen el nombre: las revistas depredadoras. Su principio es que el autor paga para que publiquen su artículo, sea cual sea su calidad. El problema es que los propios investigadores a veces caen en el engaño, o bien como autores (algunas revistas no depredadoras piden una participación en los gastos de publicación), o bien como lectores, suponiendo que estos artículos han sido objeto de una adecuada revisión científica. En 2012, el estadounidense Jeffrey Beall denunció estas revistas,1,2 propuso una lista de criterios para identificarlas (aceptación demasiado rápida de los artículos, etc.) y elaboró una lista de estas ovejas negras.3 Después, varios colectivos tomaron el relevo, como predatoryjournals.com. Para denunciar la magnitud de estas prácticas, algunos autores incluso llegan a proponer artículos inverosímiles: por 55 dólares, unos autores francosuizos ridiculizaron a una de estas revistas consiguiendo que se publicara un artículo alucinante firmado por varios autores ficticios, de institutos inexistentes (Institute for Quick and Dirty Science), con una metodología absurda, unas conclusiones delirantes (enriquecer la sal de mesa con hidroxicloroquina para reducir los accidentes de patinete) y una bibliografía descabellada.
Las fábricas de artículos (paper mills)
Como si este mal no fuera suficiente, una segunda plaga está gangrenando la edición científica: las fábricas de artículos (paper mills). Estas proporcionan a autores con poca inspiración, tiempo y ética, pero que están dispuestos a pagar para dar un impulso a su carrera, artículos preparados cuyos datos se han creado de la nada. Estos artículos pueden publicarse en revistas tradicionales (no revistas depredadoras), con lo que resulta difícil identificarlos. El timo podría haber adquirido proporciones industriales que podrían cifrarse en miles o decenas de miles de artículos.4
Se está organizando el contraataque
La comunidad científica se organiza para luchar contra esta segunda peste, con científicos transformados en detectives voluntarios, como la microbióloga Elisabeth Bik.5 En 2020, buscó imágenes demasiado similares para ser honestas y colgó en su blog6 más de 400 artículos probablemente procedentes de una sola fábrica china. Irán y Rusia también están en el punto de mira. Ahora, los editores estudian los artículos señalados, desautorizan muchos de ellos o los publican con la mención «preocupante».7 Los editores serios también son más cuidadosos con los nuevos artículos propuestos y no vacilan en pedir los datos brutos a los autores para comprobar la realidad de los estudios realizados.
400
más de 400 artículos probablemente procedentes de una sola fábrica china
Ante la magnitud de estos dos fenómenos, se imponen la prudencia y el sentido crítico, porque todos podemos caer en el engaño. Consciente de estos timos, el Biocodex Microbiota Institute selecciona con el mayor cuidado los artículos que publica en su página web.
La publicación de artículos científicos, imprescindible para la investigación, se enfrenta en la actualidad a dos males: las revistas depredadoras y los artículos amañados. Explicaciones.
Parecen artículos o revistas científicas, tienen el mismo aspecto..., pero no son ni artículos ni revistas científicas dignas de este nombre. En la actualidad, dos grandes males gangrenan el mundo de la publicación científica: las «falsas» revistas y los «falsos» artículos.
Las revistas depredadoras (predatory journals)
Las revistas depredadoras se basan en un principio muy simple: publican artículos porque los autores les pagan por ello, no por la calidad del artículo. Esto permite a ciertos autores publicar resultados mediocres que no merecen tanta difusión. Y también permite a grupos de interés valorizar estudios que saben que están sesgados o son falsos, para promocionar el sector o el producto que representan (un medicamento, por ejemplo). Lo preocupante es que resulta difícil identificar estas revistas depredadoras, porque se parecen como dos gotas de agua a verdaderas revistas, de las que a veces plagian incluso parte del nombre. Hasta el punto de que auténticos científicos caen en la trampa, o bien publicando verdaderos artículos en estas revistas, o bien dejándose influenciar por los malos artículos que leen en ellas. Por suerte, existen listas de estas revistas depredadoras online (más de 14 000 títulos identificados a principios de 2021), publicadas por asociaciones e investigadores que no dejan de perseguirlas, como https://predatoryjournals.com.
Las fábricas de artículos (paper mills)
Además de estas «falsas revistas», existen también «falsos artículos» escritos por «fábricas» cuyo trabajo consiste en proporcionar a autores con poca inspiración o que quieren promocionar su carrera artículos preparados a cambio de un puñado de dólares. El problema es que los resultados científicos están fabricados de la nada y los datos son totalmente erróneos. De manera que se puede leer aquí y allá, incluso en revistas muy buenas que han sido engañadas, un artículo sobre el cáncer, por ejemplo, cuyos datos son auténtica ciencia ficción.
14 000
más de 14 000 títulos identificados a principios de 2021
400
Más de 400 artículos de investigación falsos publicados
Elisabeth Bik, una microbióloga neerlandesa especializada en integridad científica (¡y en la microbiota!), identificó más de 400 artículos de investigación falsos publicados en China por una sola de estas fábricas de artículos1. Por lo tanto, aunque los investigadores persigan sin descanso a estas ovejas negras de la edición científica, conviene ser prudente, porque todo el mundo puede caer en el engaño. Consciente de estos timos, el Biocodex Microbiota Institute selecciona con el mayor cuidado los artículos que publica en su página web.
Para ello ha creado los blogs Integrity Digest (sobre la integridad científica) y Microbiome Digest (sobre la investigación en microbiota).
Este estudio de seguimiento1 confirma que los efectos beneficiosos del trasplante de microbiota fecal de un solo «superdonante» sobre los síntomas del síndrome del colon irritable y la mejora de la calidad de vida se mantienen un año después del tratamiento.
Después de haber demostrado en un estudio anterior2 que el trasplante de microbiota fecal (TMF) era eficaz durante 3 meses para mejorar los síntomas abdominales, la fatiga y la calidad de vida de los pacientes que padecen el síndrome del colon irritable (SCI), los investigadores prolongaron el seguimiento de su cohorte hasta 1 año para evaluar los efectos a largo plazo. Este es el objetivo de este nuevo estudio.
Beneficios persistentes a un año
Se siguió durante un año después del TMF a 77 de los 91 pacientes con SCI que habían respondido al TMF en el estudio anterior (disminución ≥ 50 de la puntuación de severidad del SCI). De estos pacientes, 31 ya habían recibido un trasplante de heces de 30 g y otros 40 pacientes de 60 g, procedente de un único «superdonante».
«Superdonante»
Este hombre de raza blanca de 36 años se calificó de «superdonante» porque gozaba de buena salud, tenía un IMC normal y hacía regularmente ejercicio. El hombre había nacido por vía vaginal y había recibido lactancia materna. No tomaba ningún medicamento, solo había recibido tres tratamientos antibióticos durante su vida y tomaba regularmente complementos alimentarios.
Un año después del TMF, el 86,5% de los pacientes del grupo de 30 g y el 87,5% del grupo de 60 g mantenían su respuesta al TMF; los síntomas abdominales y la fatiga eran significativamente menos severos y su calidad de vida era significativamente mejor al cabo de un año que de 3 meses. Además, el 32,4% de los pacientes del grupo de 30 g y el 45% del grupo de 60 g presentaron una remisión completa al cabo de un año, frente al 21,6% y el 27,5% (respectivamente) después de 3 meses (p = 0,1 y p = 0,4 respectivamente). Todos los pacientes con recidiva (n = 10) tomaban medicamentos regularmente. No se observaron diferencias en la tasa de respuesta y la mejora sintomática entre los hombres y las mujeres, ni entre los diferentes tipos de SCI.
Mejora de la diversidad bacteriana intestinal
Mientras que el índice de disbiosis (ID) no había mejorado en el estudio anterior un mes después del TMF, sí mejoró al año, lo cual indica un aumento de la diversidad bacteriana. En los grupos de 30 g y 60 g, las cantidades de varias bacterias aumentaron significativamente un año después del TMF; la abundancia de Bacteroides stercoris y de especies de los géneros Alistipes, Bacteroides y Prevotella mostró una correlación inversa con la severidad del SCI y la fatiga de los pacientes en los dos grupos, así como las especies del género Parabacteroides en el grupo de 60 g. Ningún marcador bacteriano cambió de manera significativa en el grupo de pacientes que presentaron una recidiva clínica un año después del TMF. Además, los ácidos grasos de cadena corta fecales también se modificaron —aumento de los ácidos isobutírico e isovalérico, disminución del ácido acético— en los pacientes en remisión completa y los respondedores, lo cual sugiere que el metabolismo microbiano pasó de un esquema de fermentación sacarolítica a un esquema de fermentación proteolítica en estos pacientes un año después del TMF.
Aparte de leves dolores abdominales intermitentes, diarrea y estreñimiento los dos primeros días después del TMF, no se señaló ningún efecto indeseable durante el periodo de seguimiento. Como en el primer estudio, se confirmó el potencial del TMF. Parece muy prometedor para el tratamiento a largo plazo de los síntomas del SCI y para el restablecimiento de la microbiota intestinal.
Los antibióticos a menudo son imprescindibles para tratar ciertas infecciones en los más pequeños. Pero, al desequilibrar la microbiota, ¿podrían influir en el desarrollo del sistema nervioso del niño y contribuir a ciertas enfermedades como el autismo?
Un reciente estudio experimental1 en ratones aporta primeras -y prudentes- respuestas.
Lo que llamamos trastornos del neurodesarrollo (TND), como el autismo o el trastorno de déficit de atención con o sin hiperactividad (TDAH), se deben a alteraciones que aparecen en los primeros meses de la vida, durante el proceso de construcción del sistema nervioso central (cerebro, nervios, médula espinal, etc.). Aunque se desconoce su origen exacto, se sabe que numerosos factores genéticos y ambientales están implicados en su aparición. ¿Y si los antibióticos formaran parte de ellos?
Han salvado millones de vidas, pero su uso excesivo e inapropiado supone actualmente un grave peligro para la salud, sobre todo debido a la resistencia a los antibióticos y a la disbiosis de la microbiota. Todos los años, la OMS organiza la Semana Mundial de Concienciación sobre el Uso de los Antimicrobianos (WAAW) para aumentar la sensibilización sobre la resistencia antimicrobiana. Echemos un vistazo a esta página dedicada al tema.
Un conjunto de indicios parece sugerirlo, según un equipo de científicos estadounidenses. De hecho, los antibióticos están disponibles desde la posguerra y la incidencia de TND está aumentando claramente desde hace varias décadas. En Estados Unidos, los niños reciben en promedio tres tratamientos con antibióticos antes de los 2 años de edad, periodo crítico para el neurodesarrollo.
Por ello, los investigadores administraron durante 3 semanas dosis muy bajas de antibióticos de la familia de la penicilina a ratones recién nacidos. Comparando su microbiota con la de ratones no tratados, observaron una alteración de su microbiota intestinal, en especial una disminución de los lactobacilos, esto es, bacterias «buenas». Pero, además, identificaron 74 genes en su corteza frontal y 23 genes en la amígdala que presentaban una actividad diferente. Estas dos partes del cerebro están muy implicadas en las funciones emocionales y cognitivas, pero también son vulnerables a alteraciones tempranas. Los investigadores también pusieron en evidencia la relación entre ciertos microorganismos de la microbiota y expresiones genéticas en estas zonas cerebrales.
Imagen
El papel y el impacto de los antibióticos en el neurodesarrollo del niño están por explorar
Los antibióticos tomados muy temprano en la vida, incluso a dosis bajas, podrían tener, en ratones, un efecto sobre la actividad de ciertos genes en zonas del cerebro (corteza frontal y amígdala) que, en el ser humano, están implicadas en los TND. Pero los científicos son prudentes: no lograron determinar con certeza si estas modificaciones de la expresión genética se debían directamente a los antibióticos o a sus efectos sobre la microbiota. También queda por demostrar que estas modificaciones son importantes para el neurodesarrollo. Y, por supuesto, los resultados obtenidos en ratones no necesariamente se pueden extrapolar al ser humano; más bien abren la vía a nuevas investigaciones.
¿Qué es la Semana Mundial de Concienciación sobre el Uso de los Antimicrobianos?
La resistencia antimicrobiana se produce cuando las bacterias, los virus, los parásitos y los hongos cambian con el tiempo y dejan de responder a los medicamentos. Debido a la resistencia a los fármacos, los antibióticos y otros medicamentos dejan de ser efectivos y las infecciones son cada vez más difíciles o incluso imposibles de tratar, lo que aumenta el riesgo de propagación de las enfermedades, de sufrir dolencias graves y de muerte.
Esta campaña, que se desarrolla del 18 al 24 de noviembre, anima al público en general, a los profesionales de la salud y a los responsables políticos a usar los antibióticos, los antivirales, los antifúngicos y los antiparasitarios con cuidado, para prevenir la aparición de nuevas resistencias antimicrobianas.
El ácido acetilsalicílico, conocido por sus efectos antiinflamatorios, también podría ejercer efectos antibióticos sobre ciertas bacterias incriminadas en el cáncer colorrectal. Hasta el punto de prevenir, in vitro e in vivo, la génesis tumoral.
Está avanzando a pasos agigantados el conocimiento de las correlaciones clínicas y los potenciales papeles de algunos microorganismos de la microbiota intestinal y tumoral en los mecanismos de iniciación, progresión y supervivencia del cáncer colorrectal (CCR), pero todavía hay un largo camino por recorrer antes de llegar a estrategias diagnósticas, preventivas o terapéuticas que impliquen a la microbiota. Sin embargo, acaba de darse un paso más: un equipo demostró que el ácido acetilsalicílico, un quimiopreventivo recomendado por la (sidenote:
United States Preventive Services Task Force
Un panel independiente y voluntario de expertos nacionales en materia de prevención de enfermedades y medicina factual.
) para prevenir el CCR, ejerce efectos específicos sobre (sidenote:
Fusobacterium nucleatum
Aumento de la presencia en los adenomas cólicos y el CCR en el hombre, responsable de proliferaciones tisulares in vitro y en modelos animales.
), una bacteria asociada al CCR.
Un efecto in vitro e in vivo
Un equipo de investigadores estadounidenses acaba de demostrar que el ácido acetilsalicílico altera el crecimiento de la cepa Fn7-1 de F. nucleatum e incluso la mata, in vitro, en cultivos de tejidos de adenomas cólicos humanos. A dosis que no inhiben el crecimiento bacteriano, el ácido acetilsalicílico influye en la expresión genética de Fn7-1: 55 genes se encuentran sobrerregulados y 155 infrarregulados.
Los investigadores también realizaron experimentos in vivo con el fin de evaluar la pertinencia de la modulación de F. nucleatum por el ácido acetilsalicílico. En un modelo murino, se inoculó oralmente Fn7-1 todos los días para inducir un tumor intestinal; una alimentación rica en ácido acetilsalicílico bastó para inhibir la génesis tumoral observada en los ratones en comparación con los que no recibían ácido acetilsalicílico. El efecto protector del ácido acetilsalicílico también se observó con otras cepas de F. nucleatum, incluidas algunas aisladas de tejidos de CCR humano; estas últimas se mostraron más sensibles que la cepa Fn7-1. En cambio, el efecto protector fue mucho más moderado sobre otras bacterias asociadas al CCR, como Bacteroides fragilis enterotóxico y Escherichia coli productora de colibactina.
Por último, una (sidenote:
PCR cuantitativa
Método particular de PCR (reacción en cadena de la polimerasa) que permite medir la cantidad inicial de ADN. ) realizada en el ADN de los adenomas de personas que tomaban diariamente ácido acetilsalicílico mostró una cantidad 2 o 3 veces menor de fusobacterias en estos tejidos con respecto a los controles. Este resultado indica que el efecto modulador observado in vitro se confirma en el ser humano.
Un efecto antibiótico además del efecto antiinflamatorio
El conjunto de estos datos confirma la actividad antibiótica directa del ácido acetilsalicílico contra las cepas de F. nucleatum. Por lo tanto, su efecto protector en el adenoma y el cáncer colorrectal supera su papel antiinflamatorio. La consideración de los efectos del ácido acetilsalicílico sobre la microbiota parece prometedora para optimizar la evaluación de los beneficios/riesgos de su utilización en la prevención y el tratamiento del CCR. No obstante, el efecto antiinflamatorio del ácido acetilsalicílico probablemente no es suficiente para detener por completo la génesis tumoral. Son necesarios otros trabajos de investigación antes de contemplar su uso para mejorar el pronóstico del CCR, que representa la segunda causa de fallecimiento por cáncer en el mundo.
Incluso antes del nacimiento del niño, su vida intrauterina influye en el riesgo de desarrollar una alergia. ¿Cómo? Debido a un meconio menos rico, que podría influir en el desarrollo de la microbiota intestinal y, a fin de cuentas, de su sistema inmunitario.
Como algunos leen el futuro en el poso del café, los investigadores empiezan a predecir el riesgo alérgico en el (sidenote:
Meconio
Primeras “heces” del bebé, correspondientes a la evacuación del líquido amniótico absorbido in utero. El meconio permite identificar aquellos microorganismos que tapizan el tracto digestivo del feto.
), las primeras heces «alquitranosas» del recién nacido. Eccema, alergia alimentaria, asma, rinitis alérgica: cerca de un niño de cada tres padece actualmente alergias. Muchos factores podrían estar implicados, incluso antes del nacimiento. De ahí la idea de los investigadores de estudiar el meconio, que empieza a formarse en el útero a partir de las 16 semanas de gestación.
¿Un terreno alérgico desde el embarazo?
Sus resultados corroboran la idea de que la alergia empieza mucho antes de los primeros síntomas; por ejemplo, desde los 3 meses, los futuros alérgicos presentan una microbiota intestinal menos diversificada y menos madura. Por lo tanto, los investigadores trataron de entender lo que ocurre antes, en las primeras heces, el famoso meconio. Observaron lo mismo en el meconio que a los 3 meses, con una menor diversidad de las bacterias presentes y una disminución de la diversidad de las moléculas producidas por estos microorganismos.
Por lo tanto, la aparición de una alergia podría explicarse por el siguiente mecanismo: durante el embarazo, ciertos factores ambientales que favorecen la alergia modifican la composición del meconio, que es menos rico en metabolitos al nacer. Dado que las primeras bacterias que colonizan el tubo digestivo del lactante se alimentan de estos metabolitos, un meconio menos rico podría dar lugar a una pérdida de diversidad y maduración de la microbiota al principio de la vida.
Prevenir… ¿y predecir?
Estos descubrimientos tienen múltiples consecuencias. Por una parte, los investigadores esperan ser capaces, algún día, de prevenir las alergias. Esto supondrá comprender mejor no solamente lo que afecta a la composición del meconio en el útero, sino también cómo influyen los diferentes metabolitos del meconio sobre la colonización bacteriana en el recién nacido. Por otra parte, esperan poder predecir el riesgo de alergia, examinando la composición del meconio del recién nacido. Entretanto, solo se puede recomendar a las mujeres embarazadas que adopten un estilo de vida sano durante el embarazo.
Según un nuevo estudio publicado en Cancer Science, la composición de la microbiota intestinal podría utilizarse como marcador de alto riesgo de cáncer de próstata.
Tras haber demostrado que las bacterias intestinales y sus metabolitos (ácidos grasos de cadena corta, AGCC) favorecen el crecimiento de células cancerosas en modelos murinos del cáncer de próstata, los investigadores de este nuevo estudio han querido profundizar el vínculo entre la microbiota intestinal (MI) y el pronóstico de cáncer de próstata en el hombre. Y los resultados son, cuanto menos, sorprendentes...
Una cohorte de «descubrimiento» y otra de «prueba»
152 hombres japoneses que se habían sometido a una biopsia de próstata (96 con resultado positivo y 56 con resultado negativo) se incluyeron en el estudio y fueron repartidos de forma aleatoria en dos cohortes: la cohorte de «descubrimiento» (114 pacientes) y la cohorte de «prueba» (38 pacientes). En cada cohorte, se establecieron dos grupos de comparación: un grupo con grado elevado (hombres con cáncer de próstata de grado 2 o superior) y un grupo negativo/de grado 1 (hombres con una biopsia negativa o cáncer de próstata de grado 1). Las muestras se obtuvieron durante el tacto rectal antes de la toma de antibióticos profilácticos y la biopsia de próstata. La composición de la microbiota intestinal se ha determinado por la secuenciación del gen del ARN 16S.
Unas bacterias específicas más abundantes son características de un grado alto
Aunque no se ha observado ninguna diferencia significativa en la diversidad bacteriana entre los grupos de pacientes, tres taxones bacterianos, Rikenellaceae, Alistipes y Lachnospira eran más abundantes en pacientes con un cáncer de próstata de alto grado. El estado metastásico de los pacientes no estaba relacionado con la presencia de estas bacterias. Asimismo, también se han utilizado los datos microbianos para predecir los perfiles funcionales de las microbiotas de los pacientes: (sidenote:
Metabolismo del almidón y de la sacarosa, biosíntesis de los fenilpropanoides, biosíntesis de la fenilalanina, de la tirosina y del triptófano, metabolismo de los ácidos aminocianos y metabolismo de la histidina
) eran más frecuentes en los pacientes que presentaban un cáncer de próstata de grado alto.
¿Hacia un índice microbiano fecal de la próstata?
Después, los investigadores han evaluado si los perfiles microbianos permiten identificar a los pacientes con cáncer de próstata de alto riesgo en la cohorte de «prueba». Las tres bacterias identificadas anteriormente no han podido, ellas solas, discriminar a los hombres con un cáncer de próstata de grado alto. Al utilizar el modelo de regresión LASSO, se han podido identificar 18 unidades taxonómicas operativas (OTU) complementarias. Estos grupos bacterianos estaban muy relacionados (positiva o negativamente) con un cáncer de próstata de riesgo alto en la cohorte de «descubrimiento» y se han utilizado para crear un índice FMPI (índice prostático de microbioma fecal, por sus siglas en inglés). En la cohorte de prueba, este índice FMPI no solo era considerablemente más alto en pacientes con cáncer de próstata de grado alto (P < 0,001), sino que también permitía detectar a estos pacientes con una precisión mayor que la cuantificación habitual del nivel de PSA (antígeno prostático específico) en sangre.
Aunque estos resultados sean muy motivadores, la cohorte de estudio estaba compuesta únicamente por hombres japoneses que viven en una zona urbana y con un estilo de vida similar. Para corroborar estos primeros resultados, es conveniente ampliar el campo de búsqueda a otras poblaciones.
Un nuevo estudio revela que el trasplante de microbiota fecal mejora los síntomas del síndrome de colon irritable y la calidad de vida de los pacientes, incluso un año después del tratamiento, pero que es imprescindible que el donante goce de buena salud.
Dolores, calambres, gases, diarrea, estreñimiento... El síndrome de colón irritable es una dolencia que se manifiesta por un conjunto de síntomas abdominales que van y vienen a lo largo de la vida del paciente. Estos síntomas pueden empeorar con el estrés, los cambios emocionales o algunos alimentos... y alteran considerablemente la calidad de vida del paciente. Si no existe ningún problema anatómico o estructural del intestino de las personas con este síndrome, la microbiota intestinal, en cambio, suele tener algo que ver.
¿Un solo donante con una supermicrobiota?
Los investigadores de este estudio han probado en un ensayo clínico la eficacia de un trasplante de microbiota fecal en el que utilizaron las muestras de heces de un único hombre caucásico de 36 años1 que cumplía todos los requisitos para ser un «superdonante»: gozar de buena salud, IMC normal, realizar ejercicio de forma regular, haber nacido por vía vaginal y haber sido amamantado. Además, no tomaba ninguna medicación y solo había sido tratado con antibióticos tres veces en su vida e ingería regularmente complementos alimentarios. En este ensayo clínico, el trasplante de la microbiota fecal ha demostrado ser eficaz en pacientes con síndrome de colon irritable. Sin embargo, estos resultados solo se observaron 3 meses después del trasplante y quedan muchas preguntas por resolver, la más importante saber si el efecto clínico del trasplante se mantiene a largo plazo. Los investigadores han realizado un seguimiento a los pacientes del estudio durante un año tras el estudio.
Tras 1 año, los beneficios siguen presentes
La mayoría de los pacientes que había respondido bien al trasplante de microbiota fecal 3 meses después mantenían esa respuesta 1 año después. Otro resultado motivador es la mejora de los síntomas abdominales, la fatiga y la calidad de vida tres meses después del trasplante. Lo que es aún mejor, entre el 32 y el 45 % de los pacientes, según el grupo, han experimentado una remisión total de los síntomas durante el año siguiente. El análisis completo de la microbiota intestinal de los pacientes ha mostrado cambios en el perfil bacteriano intestinal y una reducción significativa del índice de disbiosis.
En conclusión, el trasplante de microbiota fecal de un «superdonante» permitiría restablecer la microbiota intestinal y disminuir los síntomas en pacientes que padecen síndrome de colon irritable.